Li quens Rollant
Estos días estoy disfrutando de la lectura del ínclito Cantar de Roldán, cuyo libro se me entregó por parte de la delegación de Navarra de la Sociedad Tolkien (el smial de Gondolin), en calidad de representación de la delegación de Bizkaia (el smial de Bosque Negro), aunque ahora la primera haya pasado a ser mi delegación.
Y es que la obra habla de hechos que tuvieron lugar en la tierra navarra, que luego la trovadoresca los transformó hasta tornarlos irreconocibles.
Lo que viene al tema de este blog es el hecho de que el libro incluye el original del manuscrito más antiguo, escrito en el dialecto anglonormando del francés de la época (s. XII), lo cual me ha permitido adentrarme en experiencia directa (y con la traducción a un lado) en los entresijos de esta lengua, cual inmersión lingüística mediante estancia literaria.
La característica más célebre del francés antiguo es su posesión de un sistema casual nominal cuando menos peculiar, sobre todo desde nuestra óptica romanzada actual, provocado por la erosión del latino hacia una fase intermedia que por lo visto no estaba destinada a permanecer.
Estoy hablando de la existencia de nominativo y oblicuo como casos del sustantivo en el francés altomedieval.
Bien, como es sabido, el latín poseía una serie de casos del nombre que indicaban ciertas funciones sintácticas de éste. En concreto, había 5 casos latinos, y 2 residuales (de uso muy limitado y/o reducido a expresiones hechas), al menos en el latín clásico, claro está, porque, como toda lengua, ésta va evolucionando constantamente.
De estos casos, los dos residuales ya estaban desapareciendo en la época clásica (locativo y vocativo), y los otros cinco (nominativo, genitivo, acusativo, dativo y ablativo) tendían ya a confundirse en la declinación, por su forma, no por su función (es importante tener en cuenta que las roles sintácticos que desempeña un sustantivo no desaparecen de la lengua con el caso, sino que éste es asumido por otro caso, locución u otra herramienta lingüística de las muchas de las que se sirve una lengua).
El vocativo se fundió con el nominativo, así como el locativo pasó a ser sustituido por preposición+acusativo/dativo/ablativo (in+dat., principalmente).
El uso del ablativo se distribuyó entre el dativo y el acusativo.
Este proceso imparable continuó desde los comienzos del Imperio hasta el propio medievo.
En algún período de proto-romance, latín tardío, debían de existir los casos nominativo, genitivo, acusativo y dativo únicamente, para desaparecer todos ellos en castellano en pos de una forma del sustantivo basada en la del acusativo latino (previa pérdida de la -m final, ya en la época romana, y caída de la -e, que se mantuvo en italiano, y aún aparece, como recurso estilístico, según dicen, en el Cantar del Mío Cid).
Así, pues, tenemos en castellano:
- habitación de habitationem (acusativo), y no de habitatio (nominativo).
- rey de regem (acusativo), a través de *reg, y no de rex (nominativo).
- nieve de nivem (acusativo), y no de nix (nominativo).
- hombre de hominem (acusativo), a través de *homne, y no de homo (nominativo).
Y un largo etcétera.
Pero da la casualidad de que también poseemos algún que otro sustantivo proveniente de un nominativo latino, hecho excepcional en castellano, que sin embargo es más frecuente en francés y catalán (temps, en ambas lenguas, de tempus), por ejemplo:
- Dios, del nominativo Deus, que si viniera de un acusativo nos habría dado *Dio en castellano. La excepcionalidad del uso de esta palabra, y su constante relación con el latín, lo justifica.
- país, del nominativo pagus, es un préstamo del francés pays, que en castellano da pago, tierra, región, y como adjetivo pagano ("propio de la tierra"), y debido a las connotaciones religiosas que adquirió posteriormente (al igual que gentil, "propio de la gente"), surgió paisano, reinterpretando el adjetivo desde el galicismo mencionado.
"Pagano", "gentil" y "moro" fueron durante toda la Edad Media sinónimos de "persona no cristiana" y usados como tal en las mitologías del Norte de la península para referirse a criaturas fantásticas que poco o nada tenían que ver con los musulmanes.
La acepción "gentil" como de buen porte, galante, amable o noble parece ser que tuvo mayor repercusión (y probablemente allí tiene el origen este uso) en Francia (en el Cantar del Roldán lo usan para referirse a los caballeros francos, los duques, los barones, los doce pares y Carlomagno, mientras que se llama sistemáticamente paiens, pagano, a los musulmanes), y en el préstamo al inglés gentle (como en gentleman, caballero), aunque en cualquier caso no indica sino el contraste medieval que intentaba conjugar los ideales "paganos" y "cristianos" en una única forma de nobleza. Los judíos llaman gentiles a toda persona que no sea de la fe israelita.
Hay que notar aquí que la pérdida de la -s del nominativo no fue un rasgo del romance ibérico pero sí del italiano, con lo que en esta lengua es más dificil saber si en origen era un nominativo o un acusativo, y de hecho, los plurales vocálicos italianos (en -i y -e) se deben a los plurales nominativos y no acusativos (que lo hacían en -s).
Y después de este planteamiento de la situación, el rasgo del francés antiguo que reseñaba al principio es que en él, partiendo de los cuatro casos del latín tardío, nominativo y genitivo formaron un único caso, con las funciones de ambos, que se llamó nominativo, y acusativo y dativo conformaron el caso que se vino a llamar oblicuo.
Esta oposición enfrentaba directamente a las funciones sintácticas de sujeto de la oración frente a todo otro tipo de objeto del predicado (ya sea directo, acusativo, o indirecto, dativo) o complemento circunstancial introducido mediante preposición + caso oblicuo (aunque supongo que también habría preposiciones que regían de genitivo-nominativo).
Ejemplos los hay muchos en el Cantar:
En nominativo:
- Carles li reis: Carlos (nominativo) el rey (nominativo, del lat. rex).
- Li niés Carles: el sobrino (nominativo) de Carlos (genitivo).
Sin embargo, genitivo con forma de oblicuo (tal vez por rima):
- Ço est l'enseigne Carlun: Esa es la enseña de Carlos (genitivo).
- La rereguarde de la grant host Carlun: La retaguardia de la gran hueste de Carlos (genitivo).
Y en oblicuo:
- Si maldient Carlun: Maldicen a Carlos (acusativo).
- Mandez Carlun a l'orguillus : Mandad a Carlos (dativo) el orgulloso.
- Si vint devant Carlun: Viene delante de Carlos (prep. con acusativo).
- Vengez nos de Carlun: Vénganos de Carlos (prep. con acusativo).
Curiosamente Carlos es un sustantivo de origen nominativo latino en castellano, como podemos observar por la -s final (debería ser Carlo, como en italiano), pero se trata de un sustantivo germánico latinizado (karl significa hombre o guerrero).
Hemos visto que en latín los nominativos singulares generalmente terminaban en s, los nominativos plurales en vocal (-i), los acusativos singulares terminaban en m, no pronunciada desde el siglo III d.C. (dando paso a una vocal final, -e, -u), y los acusativos plurales en s (esto es, sin duda, a rasgos generales, ya sabemos que en latín había varios modelos declinatorios).
Esto provoca en francés antiguo que irónicamente muchas palabras tuvieran su forma nominativa singular igual a la oblicua plural, y su nominativa plural igual a la oblicua singular.
Mejor explicado con un ejemplo:
Murs, muro, del latín murus.
Nom. sg. : murs (lat. murus)
Nom. pl. : mur (lat. muri)
Obl. sg. : mur (lat. murum)
Obl. pl. : murs (lat. muros)
A esto se puede añadir que hay unos cuantos sustantivos cuya raíz varía respecto a si está en nominativo o en oblicuo.
Este es un fenómeno que se da en bastantes lenguas con declinación flexiva; se dice que existe una raíz de "nominativo" y una raíz "oblicua", que en otras lenguas se usa para decir "el resto de casos", que es la verdadera raíz de la palabra (la forma del sustantivo declinada en un caso no nominativo y despojada de sus desinencias casuales).
Esto pasa en latín, cor, gen. cordis (corazón, raíz cord-), legio, ac. legionem (legión, raíz legion-), custos, gen. custodis (guardián, raíz custod-), mors, gen. mortis, ac. mortem (muerte, raíz mort-).
También Tolkien incluyó algo similar en quenya mediante la caída de consonantes de clústers (o grupos consonánticos) finales en nominativo, como en fion, gen. fiondo, pl. fiondi (halcón, raíz fiond-).
En el Cantar aparecen los siguientes:
- Guenes, obl. Guenelun: Ganelón, nombre propio, aparece como Ganelun en otras versiones, lo que indica metafonía de -a- a -e- por influencia de la segunda -e-, raíz Guenel-.
- quens, obl. cunte, pl. cuntes: Conde, raíz cunt-, y nuevamente muestra metafonía, pues viene de comes (> *cemes > *cems > kens, quens), y la -t- viene de la raíz oblicua latina (gen. comitatis, ac. comitatem).
- ber(s), obl. barun, pl. baruns: Barón, de raíz germánica en -on (significa "hombre libre"), aparentemente aparece en nominativo tanto con -s como no.
Algunos ejemplos:
- Par le puign tint le cunte Guenelun: Por el puño tiene al conde Ganelón (ac.).
- Guenes li quens ço vus ad respondud: El conde Ganelón (nom.) así os ha respondido.
- Li gentilz quens: El gentil conde (nom.)
- Il en apelet e ses dux e ses cuntes: Él llama a sus duques y a sus condes (ac.).
- Ci vos enveiet un sun noble barun: Que os envía un noble barón (ac.) suyo
- Que nos aidez de Rollant le barun: Que nos ayudéis de Roldán el barón (ac.)
- Seignurs baruns: Señores barones
- Iço vus mandet Carlemagnes li ber: Eso os manda Carlomagno el barón (nom.)
- Iço vus mandet reis Marsilies li bers: Eso os manda Rey Marsil el barón (nom.)
- Tant mare fustes, ber!: ¡Tanto mal fuiste, barón (vocativo)!
Raro es el caso de seignurs, que en nominativo es sire(s).
Nominativos y oblicuos también afectaban a los artículos definidos como hemos podido ver someramente (li, nom., le, acus. = el) y a los adjetivos (gentilz). Esta declinación bicasual no es exclusiva del francés antiguo (pero sí está muy bien representada por él), ya que se da también en occitano y catalán medievales. Hoy en día sólo pervive en francés en la diferencia que se hace en las oraciones de relativo entre el pronombre qui si éste representa al sujeto, y que si es el objeto.
Otra característica importante y obvia del francés de la época son sus múltiples préstamos germánicos, debido a esa elite gobernante franca (cuya lengua materna no era el francés sino el franconio) que aún era identificable durante el reinado de Carlomagno (la mayoría de los nobles eran de origen germánico), pero no en el siglo en el que se transcribió el poema, en el cual francos y franceses eran ya una misma cosa.
Muchos de estos préstamos eran referidos al entorno bélico, al igual que los visigóticos en castellano, pero también otros a la propia nobleza y asuntos muy acordes con los tiempos (faldestoed, trono, brand, espada).
Entre estos se encontraría gunfanuns (gonfalón, un estandarte o pendón), del germánico gund- (guerra) y fan- (enseña).
Gund presumiblemente es el origen del término euskérico guda, guerra, en anglosajón gúð con caída de nasal y alargamiento vocálico compensatorio.
Más curioso es isnels, ágil, veloz, que tiene su paralelo en el alemán moderno schnell, de idéntico significado, pero graciosamente adaptado a la fonética romance con una vocal epentética inicial (en castellano es regularmente una e- en las palabras latinas o inglesas que comienzan por s-).
Se dice que garçon, muchacho, también tiene origen germánico, ya que presenta la terminación nominal -on frecuente en tales préstamos a esta lengua (como ber, baron), y es declinado en nominativo como garz, pero resulta etimológicamente más probable su proveniencia del euskera navarro gartze (joven, gazte en otros dialectos), y que luego asumiera una declinación germanizante (tal vez pasara del euskera al franconio y de ahí al francés). De esa misma palabra viene el comunísimo apellido García (gartzëa, "el joven").
La influencia germánica continental se extiende a ciertos aspectos fonéticos, como que por ejemplo las consonantes finales sonoras se desonorizan (-d > -t, -b > -p, -g > -c), como en Rollant (de *Rodland-). Esto pasa en la lengua romance lombarda, por el substrato longobárdico, y en el alemán actual en la pronunciación: Burg (burk), Tod (tot), etc.
Existen también diferencias notables entre el dialecto anglonormando (el utilizado por la nobleza y realeza normandas en Inglaterra) en el que está escrito el texto y el francés antiguo en Francia.
Principalmente se aprecia en que la c- inicial en francés pasa a convertirse en la africada ch- (tsh), posteriormente pronunciada "sh", mientras que en anglonormando se mantiene la c velar o la c africada (ts), delante de e, i, original.
Esto es importante a la hora de datar los préstamos franceses en el inglés moderno, ya que la mayoría de ellos refleja esta característica anglonormanda.
Estas son algunas palabras del Cantar:
- Carles frente a Charles, de Carolus (a su vez de Karl).
- cambre frente a chambre (habitación), de camara.
- cercer frente a chercher (buscar), que en inglés da search.
- carpenter frente a charpentier, carpintero.
- ceval frente a cheval, caballo.
Aunque en el texto existe alternancia entre formas con c- y con ch-, no sé si aleatoriamente o por alguna forma de lenición (véase sunt muntez es chevals, han montado en los caballos, frente a muntet el ceval, monta en el caballo, ambas en el texto)
También es resaltable que a nivel vocálico habría sus diferencias, ya que el texto transcribe siempre la terminación -un, en vez de la -on francesa, y el diptongo francés oi es ei en anglonormando (dreit frente a droit, derecho).
A nivel léxico hay también algunas palabras que me llamaron la atención:
- espiet, que el traductor decide equiparar a azcona, espada navarra, cuya etimología está en relación con la de aizto, cuchillo en euskera, ambas de haitz, piedra, peña.
- pui, que se traduce como montaña o colina y tiene su equivalente navarro en pueyo, un habitual apellido y topónimo de zonas elevadas, que comparte origen con el catalán puig, desde el latino podium, que dio también el neologismo "podio".
- men escîentre, que viene a ser "mi conocimiento" y que se traduce como "que yo sepa", ya que su uso parece adverbial, siendo el sustantivo una forma derivada de scientia, esto es, ciencia.
Para terminar, no quisiera olvidarme del nombre que protagoniza el Cantar y titula de este post.
En variadas formas aparece en las lenguas de las zonas a las que alcanzó su leyenda, Roland en francés, Roldán en castellano, Orlando en italiano, todas de la forma original germánica latinizada como Hruodlandus ("que tiene fama en la tierra").
En dos lenguas pirenaicas, zona donde su mito afectó más profundamente, como son el catalán y el euskera tenemos a Rotllà y a Errolan como personajes semimíticos de tamaño gigante (de hecho, Errolan es un gentil), y el sustantivo vasco erraldoi, que significa propiamente gigante.
Este post, lo contenido en él, lo rumiado y lo concluido no habrían sido posibles si el libro no hubiera llegado a mis manos.
Así que vaya este post dedicado a mis compañeros, mis cumpagnuns, de Gondolin, a los que tanto aprecio y admiro.