viernes, junio 08, 2012

FilóbLogos ahora también en Twitter!

A pesar de que este blog lleva parado un buen tiempo, nuestras ganas de filologuear no se han apagado. Y mientras se dan las condiciones para retomar la versión natural de FilóbLogos, hemos comenzado un nuevo proyecto: ¡FilóbLogos en Twitter! Podéis encontrarnos en esa red social lanzando diariamente datos curiosos e interesantes a nuestro viejo estilo filoblógico, en http://www.twitter.com/filoblogos. ¡Nos vemos por allí, si os apetece!

miércoles, enero 26, 2011

Paladar ibérico


Autor: Asier Gabikagojeazkoa

A raíz de incluir en mi post anterior la referencia a la palabra txabola comencé a elaborar un estudio sobre el tratamiento de las consonantes palatales en diversas lenguas de la península ibérica, con especial énfasis en las conversiones fonéticas de los préstamos desde lenguas no ibéricas en diferentes épocas.

El paladar ibérico es muy selecto.
El conjunto de consonantes que se pronuncian en el paladar (consonantes palatales) en las lenguas ibéricas es reducido y muy sujeto a cambios a lo largo del tiempo y la geografía.

El propósito de este post es realizar un repaso por los límites de las palatales en varias lenguas ibéricas para finalmente demostrar que ha habido una reorganización de las mismas con el paso de los siglos, con propensión a la simplificación y con unos ciertos rasgos areales que se extienden a casi todas las lenguas de España, en lo que puede ser consecuencia directa de una prolongada influencia del castellano sobre las otras.

Como ayuda, conviene releer un post antiguo de este mismo blog que sitúa geográficamente las familias lingüísticas del área que tratamos:
Continuum, aunque en el mapa inicial me equivoqué al alargar el castellano hasta la zona costera, cuando posteriormente he descubierto que el euskera y el cántabro tienen zonas de contacto, y el castellano surgió kilómetros al sur.


Explicando un poco qué sucede con la evolución consonántica entre las lenguas galorrománicas, el euskera y las lenguas iberromances...

Históricamente, en cierto punto de su evolución fonética, la mayor parte de las lenguas de la península ibérica poseían esa distinción entre sibilantes sordas y sonoras, así como éstas de las africadas sordas y sonoras, en el rango desde dental a palatal.


El castellano actual sólo distingue una sibilante sorda (s) y una africada más o menos dento-palatal/postalveolar (ch), sin existir sus variantes sonoras (la zeta del francés, inglés, la jota francesa o inglesa) ni sibilantes palatales (la ch francesa, la sh inglesa...), pronunciada alveolar y apical en el castellano estandar peninsular (ese ibérica, la lengua en una posición más atrasada), mientras que en el resto de la hispanofonía es alveolar y laminar/predorsal (en una posición más adelantada como en francés e italiano o la zeta vasca, p.ej.).
La forma de la lengua en la articulación (apical o laminar) resulta determinante en la ese, no sólo su posición (más o menos alveolar o más o menos dentalizada).

Veamos pues qué rastro y qué resultados han ido dejando las interrelaciones del castellano y otras lenguas peninsulares en el contacto con lenguas que sí poseían un sistema de sibilantes y africadas más elaborado.


Cronológicamente tenemos primero los numerosos préstamos del árabe, lengua ésta con una serie bastante completa de fricativas sordas y sonoras dentales, palatales y velares, así como la africada palatal sonora (dž).

El árabe clásico e hispánico poseían los sonidos ǧ [ž] (sibilante palatal sonora) y š (sh) (sibilante palatal sorda) que dan distintos resultados en el léxico prestado en castellano.

Lo más común es que en castellano moderno la ǧ original arábiga sea una jota castellana (fricativa velar sorda).

Ejemplos:

alhaja de alhaǧah

jofaina de ǧufaynah


El sonido velar fricativo sordo original del árabe a veces se mantiene como jota castellana:

jarcha de kharǧa


Aunque habitualmente se hace oclusiva a final de palabra -kh > -k:

jaque de šakh (rey)

Curiosamente, de esta misma palabra tenemos también las palabras jeque y sah en castellano, un triplete que nos ayudará a entender el comportamiento de las sibilantes en diferentes épocas del castellano.

Tanto jaque como jeque nos muestran además que igualmente la š arábiga hoy en día es una jota:

alfajor de alfašur


En cambio, existen algunos ejemplos de préstamos en los que el sonido palatal árabe deviene en la africada ch (dental sorda t + palatal sorda š).

Especialmente si la palabra tiene una líquida (r/l) o dental (t/d/n) antes de la sibilante palatal, como en:

alcachofa de alkharšufa (aquí incluso desaparece la r)

albérchigo de alberšiq (ya tratado en este blog aquí.)

enchufe de ǧúf (vientre, estómago)


Aunque no necesariamente, ya que encontramos también ejemplos de africación en ch tanto desde š como de ǧ, sin un condicionamiento aparente, excepto en el caso de ǧ a final de palabra:

azabache de azzabaǧ (frente al catalán atzabeja)

escabeche de assukkabáǧ


Otros préstamos árabes en los que se african las sibilantes originales:

chifla (cuchilla) de šifra

(sin embago, chiflo viene del latín sifilum, silbo, y pasó por una etapa intermedia de xiflo [šiflo], debido al efecto palatalizador de la vocal i).

chilaba del árabe dariya žellaba, en inglés djellaba, árabe clásico ǧilbāb (tal vez por ser un préstamo tardío incluye ch, como veremos más adelante).


Los sonidos palatales sordos [š] primeramente fueron tomados como tales en castellano, generalmente bajo la grafía x (xaque) del castellano medieval, puesto que esta lengua tenía ambos sonidos palatales x y j (la jota del castellano medieval no era la jota actual, sonido fricativo velar sordo, sino el fricativo palatal sonoro), distinguiendo sordas y sonoras, hasta el momento del reajuste total de las sibilantes.

Este proceso tuvo lugar entre los siglos XV y XVII como indica la gráfica, eliminando antes la distinción sonora/sorda en toda la serie de sibilantes y africadas, y posteriormente retrasando el punto de articulación de la palatal š hasta la zona velar (kh) o uvular de la jota castellana moderna.

Este fenómeno nivela y simplifica el repertorio fonético de la lengua castellana (en el castellano americano hasta el extremo de perder la distinción de las sibilantes).

Y es que este hecho marca un antes y un después en la forma de adoptar extranjerismos con sonidos palatales en la lengua castellana.

Si bien antes de la mutación consonántica se trataban por separado los sonidos x [š] y j [ž], con su posterior fusión en uno (x [š]), abocado a su desaparición en la serie velar, el castellano se quedó sin fricativas palatales con las que asimilar préstamos que las tuvieran, y recurre entonces a la africada sorda ch [tš], tanto para palabras con [š] original como [ž].

Es el ejemplo del antes mencionado chilaba, que puede que llegara al castellano en una época más moderna desde Marruecos, y no desde el árabe clásico o hispánico.

Otras palabras árabes presentes en castellano han llegado a través del francés, con la sibilante palatal sorda ch francesa [š]:

babucha del francés babouche, y éste del árabe bābūš

hachís de hašiš (hierba)

Pero por supuesto no se limita a los préstamos franceses de origen arábigo, sino que es extensible a la gran mayoría de vocablos con sibilante palatal sorda desde el francés al castellano:

chamán del francés chaman, y éste del manchú šaman

ducha del francés douche, y éste del italiano doccia

champán de champagne [ša~pañ]


Y no sólo en galicismos (donde la ortografía francesa ha podido influir), préstamos ingleses también toman ch al pasarse al castellano desde una sh anglosajona:

champú de shampoo


La indistinción entre sonora y sorda se ve patente en otros ejemplos con una jota francesa original [ž] o una gi [dž] italiana:

chaqueta (y su doblete jaqueta) del francés jaquette

chaleco del italiano giulecco, y éste del turco yelek (con yod que se fricativiza/africa en italiano)

chupa (como sinónimo de chaqueta, precisamente) del francés jupe, y éste del árabe ǧubbah


Vemos como si estas palabras hubieran pasado al castellano antes del cambio consonántico habrían dado resultados como **babuja, **hajís o **jamán, pasando por un previo **babuxa, **haxís y *xamán en la grafía del periodo medieval, que deberían ser las formas de estas palabras en lenguas ibéricas que han mantenido el sonido sh [š], y sin embargo, en euskera o catalán han sido prestadas desde el castellano, y este filtro queda de manifiesto en la presencia de la africada tx (tš):

babutxa eusk., babutxa cat.

dutxa eusk., dutxa cat.

No es así en los otros términos:

haxix eusk., haixix cat.

xaman eusk., xaman cat.

xanpain eusk., xanpany cat.

Pero atención, que en euskera coloquial es frecuente usar txanpai, en vez del término estandarizado.


Merece mención aparte el caso de dos palabras que incluyen este juego con los préstamos en distintas épocas y procedencias: jarabe y sirope.

Este doblete fue tomado en primer lugar del árabe hispánico šarab al castellano medieval xarabe (catalán xarop), pero también llegó al latín medieval como syrupus, de donde pasó al francés sirop y al inglés syrup, para retornar finalmente al castellano moderno como sirope.


Y sin olvidarnos de jabón, que siendo heredado del latino sapon, por alguna razón la sibilante se enfatizó con la palatalización en su forma medieval xabón [šabon], y tras el cambio de las sibilantes castellanas se volvió jota, un sonido bastante diferente a la s original.

En la Edad Media se prestó a otras lenguas como el gallego (xabon) y el euskera (xaboi), pero por otra parte el catalán mantiene la [s] en sabó, así como el portugués sabão y otras lenguas europeas (francés savon, inglés soap).

El de jabón sería un caso similar al de chiflo, ya que de una s latina obtenemos una s palatal [š], una enfatización no bien entendida, aunque tal vez condicionada por la i en chiflo. Sin embargo, se diferencian en que la [š] en jabón sufre el proceso de velarización en [x], mientras que chiflo parece haber salido de la lengua castellana para volver a ella en el periodo en el que el sonido [š] se volvía ch [tš].


Volviendo a los préstamos post-XVII, la conversión de un sonido j [ž] a una africada ch [tš] no nos es desconocido en otras lenguas ibéricas.
Por una parte existía y existe una tendencia en las lenguas peninsulares a convertir en consonantes africadas sordas [tš] las sibilante fricativas palatales sh/š (sorda) y zh/ž (sonora), representadas en ortografía catalana como x y j (aunque tiende a pronunciarse como la africada sonora , igual que la j inglesa) respectivamente, y en francés como ch y j.


Esto se traduce en que en aragonés lo que en francés o en catalán tiene j- [ž] en éste posee un sonido ch- (consonante africada sorda de dental+ sibilante palatal: ) y de igual modo sucede con el dialecto valenciano apitxat. En ambos casos tendríamos algo como choben / chove para la palabra jove (joven).

Como vemos, idéntico a los préstamos extranjeros con ese sonido en castellano, con la diferencia de que en aragonés resulta de una evolución fonética interna de la lengua, y no una adaptación de palabras ajenas.

Las palabras que en castellano moderno tienen el sonido jota [x] actual, en aragonés en cambio tienen ch [tš].


Dentro de esa misma tendencia no sólo se enmarcaría el vasco txabola desde *jaola (aunque esto es más complicado de lo que parece, como veremos, ya que pudo haber sufrido una sordificación previa en *xaola para africarse sólo en el sur de Euskal Herria x > tx), sino txarro (existente en el dialecto de Gipuzkoa) desde *jarro (árabe ǧárra, en inglés jar [džær], desde el castellano o el occitano, a través del francés jarre), jarra.


Hoy en día, incluso coloquialmente se adoptan términos ingleses con sh usando una ch castellana (p.ej. chou por show), pero existe una tercera solución, más moderna, que consiste en simplemente despalatalizar la sibilante sorda [š] para convertirla en una mera s (dental):

sah del inglés shah, del persa šāh, a su vez del árabe šakh (> jaque, jeque), como hemos visto antes.

bisutería
del francés bijouterie

sogún del japonés shôgun

sintoísmo del japonés shintô

Puede que en japonés porque la sh es menos palatal o enfática que en otras lenguas, lo que la acerca mucho a una ese ibérica más atrasada en su articulación.

Podría haber una cuarta solución, no aceptada oficialmente, ya que hoy en día comúnmente el sonido representado por la jota francesa o inglesa (la fricativa [ž] o bien la africada [dž]) se tiende a pronunciar como una yod (y) por hablantes hispanófonos, el sonido palatalizador por excelencia, pero que no es fricativo ni africado.



A modo de resumen y ampliando contenidos, lengua por lengua éstas son las soluciones que se presentan al problema palatal ibérico:

En portugués estándar actualmente existen ambas sibilantes palatales, sorda y sonora, que se reflejan de forma diversa en la ortografía.
La sibilante palatal sonora [ž] normalmente con los alófonos g, j, pero también con s en posición final de sílaba seguida de consonante sonora.
La sibilante palatal sorda es la pronunciación regular de la s en posición final de sílaba.


En gallego, sin embargo, los sonidos existentes originalmente sibilantes palatales sonoros y sordos se confunden en un sólo fonema sordo: x.
Es una de las características principales que en su evolución diacrónica lo diferencia del portugués y que lo agrupa junto con el asturleonés.

Así por ejemplo, desde una yod inicial latina como en el caso de gel, en castellano se mantiene la yod en hielo [jelo], y en portugués se fricativiza en gelo [želo], en gallego se sordifica a xeo [šeo].
Lo mismo sucede con yacer [jaθer] (cast.), jazer [žazer] (port.), xacer [šaθer] (gal.).
También la palabra hoy tiene en castellano una yod, al igual que en catalán hui, y en portugués tenemos fricativa hoje [hože], y gallego y asturleonés fricativa sorda hoxe [hoše].
Por otro lado, gente [xente] (cast.) no tiene yod sino fricativa velar, pero la correspondencia se cumple en gente [žente] (port.) y xente [šente] (gal.).

En cambio, la yod proveniente de clúster (grupo consonántico) como –ly- o –cl- se mantiene yodizado en gallego y asturleonés: muller, espello, ollo, folla, frente a los castellanos mujer, espejo, ojo, hoja.


El asturleonés posee soluciones idénticas al gallego estas casuísticas, sordificación en x [š] de las antiguas fricativas sonoras palatales j [ž], y mantenimiento de la yod de grupo consonántico.
Es remarcable que estas yods tienden a africarse en ciertos dialectos, dando las africadas que se aproximan a –ts- o –tš-, la llamada che vaqueira, escrita ḷḷ.
Menendez Pidal afirma que existen casos en los que los grupos consonánticos iniciales latinos como cl- y pl- dan soluciones en x- (š): xegar (llegar). Idéntico a la pronunciación rioplatense.


En castellano, como hemos visto, debido a la mutación consonántica tanto el sonido sibilante palatal sordo [š] como el sonido sibilante palatal sonoro [ž] confluyeron en un sonido fricativo velar sordo (kh [x]), perdiendo su distinción sorda/sonora primeramente y atrasando su articulación hasta la zona velar o uvular.
Ajenjo (del cual ya hablamos en otra entrada), debió de pasar por un periodo de transición en el cual diferenciaba una palatal sorda y otra sonora, tal que así: axenjo, del protorromance *absintiu.

Sin embargo, posteriormente a este cambio en la pronunciación, el castellano habiendo perdido su serie palatal fricativa, adoptó de manera distinta los préstamos de otras lenguas que incluían estos sonidos.
Se había mantenido en castellano una única africada sorda dento-palatal (ch [tš]), que sirvió de comodín a la hora de pronunciar los sonidos palatales extranjeros.

La pérdida de distinción sonora/sorda en todas las sibilantes y africadas se extiende desde el castellano hasta el asturleonés, el gallego y el aragonés, la principal diferencia de estos tres grupos con el castellano es que mantienen hasta nuestros días la sibilante palatal (sorda) [š] bajo la grafía medieval x.

El cántabro comparte con el castellano la velarización de la sibilante palatal x [š] en jota [x].
Por poner un ejemplo raro, en la palabra peje (< pexe), pez, que aparece en cántabro en el apelativo de los habitantes de Laredo, pejinos, y en castellano en pejesapo (un tipo de pez también llamado rape, préstamo catalán).


Los palatales en la lengua vasca no tienen una distribución regular debido a la fragmentación dialectal.
En la zona vascofrancesa tal vez por influencia de la lengua francesa precisamente, o del gascón local, existen bien definidos ambos sonidos x [š] y j [ž], donde en euskera estándar suele haber tx (ch) y j (yod).

xori = txori
xirula = txirula
jakin [žakin] = jakin (yakin)

La propia lengua gascona adyacente tiende a palatalizar las s en sh, como en shens (sans), s’ageish (s’agisse)

En la lengua vasca ese recurso resulta un enfático habitual, convertir ambas sibilantes z y s en la fricativa palatal x (š).

Existe una gradación que comienza generalmente en una sibilante dental, pasa por una sibilante palatal enfática y termina en una africada

zakur > *xakur > txakur (perro)
zori* > xori > txori (pájaro)
ziztu > *xistu > txistu (silbo)
zuri > xuri > txuri (blanco)
zerri > *xerri > txerri (cerdo)

De este listado zakur y txakur aparecen en distintos dialectos, pero la forma enfática xakur no oficialmente, de igual modo sucede con zerri y txerri (las formas con zeta típicas de Gipuzkoa).
La palabra zori existe en euskera pero con un significado no relacionado con txori (pájaro), mientras que xori es frecuente en Iparralde, e igualmente allí se usa xuri para blanco en lo que en otras zonas es normalmente zuri, o txuri en casos concretos.
La palabra ziztu existe como variante de silbido, en tanto que txistu se refiere también a silbo como instrumento musical (pero xistu no está documentado).


En los dialectos orientales del euskera (roncalés, en frontera con Aragón y Gascuña) se han sordificado todas las fricativas palatales en x (lo mismo que hemos visto en gallego y asturleonés):

xakin (< jakin)
xoan (< joan)
xin (< jin)

En euskera estándar actualmente los préstamos de otras lenguas con palatales suelen tomarse con las propias x y j, a pesar de que esta última no tiene una realización estandarizada y varía entre [j], [ç], [x], [ž].

Es especialmente llamativa la variedad en el ámbito del dialecto occidental (también llamado bizkaino), en el que la j varía desde la yod, hasta la fricativa velar [x], pasando por fricativas palatales sonoras [ž] de diversos matices, y la x surgida de la fricativización de una yod epentética (Y) en presencia de vocales anteriores (e, i) presenta realizaciones fonéticas variadas en el orden sibilante dento-palatal.

trikitia > trikitiYa > trikitixa

La yod epentética vasca tiene su paralelo en la waw epentética (W), menos frecuente sin duda, que surge entre dos vocales posteriores (a, o, u) y se suele labializar en –b-, como en el claro ejemplo de txabola < *txaWola

No obstante, a diferencia del castellano el euskera ha conservado el arcaísmo de –x- (-š-), donde en castellano o cántabro tiene ya –kh-.

koxu (< *koksu, en castellano antiguo coxo /cošo/)

baxu (< *bassu, en castellano antiguo baxo /bašo/)

Otros casos a comparar:

jende (gente, desde una g- latina inicial yodizada)

jaka (chaqueta, desde el francés *jaque, se pronuncia bien [jaka] con yod o [xaka] con jota castellana)

izpilu (< *especlu, pronunciado ispiyu, con yod), espejo.

Vemos como se sitúa aparte del castellano en que no posee la misma evolución de la yod ([jende] frente a [xente]) ni de –cl- (como el asturleonés y el gallego en esta particularidad), así como en el arcaismo de –x-, pero también distinto del gallego en que no sistematiza en fricativa palatal sorda todas las j antiguas (las mantiene como yods).

En euskera existe también una evolución peculiar similar a la de alcachofa en castellano, que resulta en la conversión en africada dento-palatal sorda de un grupo inicial de vibrante+sibilante: *ersi > ertsi > *ertši > itxi.
El par de verbos hertsi e itxi existen individualmente en euskera estándar actual (ambos significan cerrar), aunque provienen de evoluciones dialectales en distinto grado.



El aragonés tiene un sistema fonético en el cual la distinción sorda/sonora en las palatales se ve sustituida por una oposición fricativa/africada.
Como ya hemos visto, una antigua j fricativa termina por pronunciarse como una africada dento-palatal sorda (ch [tš]), seguramente pasando previamente por el estado de africada sonora (dž), como es la tendencia del catalán actual, frente a la pura fricativa francesa (ž).

*iuven > joven > *žoven > *džoven > choben.
*cokso > *cokšo > coixo [coisho]


En catalán lo mismo que la j [ž] tiende a ser africada (dž), la x que debería ser (š) coloquialmente acaba siendo pronunciada ch [tš] (Xavi se dice Chavi).
Recordemos, no obstante, que existen de forma gráfica diferencias las consonantes palatales africadas tx [tš] y tj, tg [dž].

Hay casos en los que el catalán ha realizado el ejercicio contrario al castellano en lo que a préstamos se refiere y ha desafricado consonantes:

xerrar, de xarrar < ciarlare [tšarlare] (it.), charlar
xina, del persa cin [tšin], del chino qin

Y como ya hemos comentado las africadas son todas sordas en el catalán occidental apitxat [dž] > [tš].

Por ejemplo, donde el castellano tiene (por ser un cultismo) una yod latina en proyecto [proiekto], el catalán tiene projecte [prodžekte], y en apitxat prochecte [protšekte].
Comparemos esto con el castellano rioplatense [prošekto], el francés projet [prožet], el italiano progetto [prodžetto] o el inglés project [prodžekt].


Bien es sabido que el andaluz es entre los dialectos descendientes del castellano medieval, único en poseer sibilante palatal sorda (š) como resultado de la desafricación de la ch.

El castellano rioplatense, sin embargo, posee la serie sibilante palatal como la realización fonética de una yod anterior, tanto en origen –y- como –ll- (líquida palatalizada).



En conclusión podemos ver que en la medida en la que nos alejamos del centro peninsular la amplitud del rango de los sonidos palatales (sibilantes y africados) y la distinción sorda/sonora en sibilantes aumenta, siendo mínimo en el castellano estándar central, por su influencia disminuyendo estos sonidos en el gallego y el euskera, en oposición por ejemplo al portugués y el catalán estándares, que mantienen estas series fonéticas prácticamente intactas.

El andaluz y el rioplatense, alejándose del castellano estándar, recuperan o mantienen ciertas consonantes palatales, en el caso del argentino quizás por su contacto con nativos de las lenguas italiana y francesa, partiendo muy probablemente ya de una base de castellano meridional peninsular que africaba las yods (y, ll), como ya se africó la yod latina i > j en el protorromance.

Nota del autor: cuando pongo consonantes entre corchetes se refieren a los valores de sonido de acuerdo con convenciones fonéticas. En tal forma, [x] representa el sonido de la jota castellana y [š] el de la sibilante/fricativa palatal sorda escrita precisamente x en castellano medieval, gallego, asturleonés, euskera y catalán. Lo he usado pocas veces pero [j] debería representar el sonido de la yod o i griega. En ocasiones especifico que el sonido es fricativo velar sordo escribiendo kh [x].

lunes, noviembre 29, 2010

Bordelerías, bordas y una estonada

Autor: Asier Gabikagojeazkoa

Tal vez lo más sencillo para nosotros sea escribir sobre etimologías de palabras, pues es lo que más habitualmente nos cuestionamos dentro nuestra linguofilia.

Sin embargo, hay muchos otros aspectos de la lingüística que no hemos tratado tanto, y que siendo menos conocidos por el público laico, y menos accesibles, son igualmente apasionantes si se sabe explicarlos bien.

Con esta introducción no quiero sino poner de relieve, que aunque hablemos mucho sobre el origen y los viajes particulares que nuestras palabras realizan, tenemos en ocasiones ganas de mostraros en nuestro afán divulgativo otros ámbitos para los que no siempre encontramos ánimo y tiempo.

Pues bien, en esta nueva entrada "ligera" voy a volver a escribir sobre el recorrido de vocablos, pero que quede constancia de lo dicho arriba, y en otro momento ofreceremos diversas visiones de la filología.

Ambos autores del blog, pese a que escribamos en castellano usándola a modo de adecuada metalengua en estas labores, somos vascos y es por ello que hablamos mucho de términos referentes a esta antigua lengua europea y sus entornos.

El caso es que en ocasiones llegamos a enlazar la lengua vasca a través de los itinerarios menos esperados, pero que a la postre demuestran que esta lengua se enmarca claramente dentro de las idas y venidas de la mayoría de las lenguas del Occidente europeo y ha estado sujeta a estas influencias areales (bien léxicas o semánticas) del mismo modo que otras.

***

Pues bien... el otro día escuchando Gogol Bordello, me puse a buscar el origen precisamente de bordello, que resulta ser un préstamo directo del italiano en la lengua inglesa, para el más común y de mismo origen brothel.

Su significado no viene a ser otro que el de burdel en castellano, y como a simple vista se puede percibir, los tres términos están emparentados.

Originalmente parecen haber significado "choza" o "cabaña", casa hecha con maderos, una construcción simple, en todo caso.
De su sentido de vivienda o habitáculo pobremente construido y asociado a zonas de misería y marginación vendría su posterior relación con "casa de prostitución", significado actual.


Enlazado con esto situaríamos también la palabra que hoy en día se usa para ese significado intermedio que tuvo burdel: chabola.

En castellano chabola es una palabra que proviene de la lengua vasca, en grafía moderna txabola.

Se le ha buscado en alguna ocasión una explicación interna a esta palabra vasca, de tal forma que se la pudiera derivar de etxe (casa), etxa-ola, como otros compuestos que comienzan por txa-: el apellido hispano Chávarri del vasco Etxebarri (Casanueva), de donde proviene igualmente el propio nombre Javier (a través de txaberri > xaberri > xabier), o el famoso vino chacolí (del vasco txakolin, que se le dice de etxeko ardano, "vino de casa").

Pero resulta obvio que, como muchas otras palabras que resultan "extrañas" en el euskera, su procedencia es de las lenguas de Francia, por uno u otro camino.

El catalán y el euskera siempre han actuado como "puente" entre Francia y el resto de lenguas peninsulares, y varios vocablos que en última instancia podrían adscribirse como galicismos, han llegado al castellano a través de éstas, por ser las únicas lenguas cuya área se extiende a ambos lados de los Pirineos.

Txabola proviene concretamente del francés geôle (cárcel), que se prestó al inglés bajo la grafía arcaizante de gaol, aunque hoy sea más habitual leer jail (ambos se pronuncia igual, no obstante), forma evolucionada del latín caveola, diminutivo de cavea (> cage, jaula en fr. e ingl.), "pequeña cavidad o hueco".

En francés antiguo era gaiole, con un sonido velar sonoro inicial (gue) no africado, de donde tenemos también kaiola en euskera (con sordificación de la consonante) y gaiola en portugués, ambas significando jaula.


Otro término similar semántica y morfológicamente es favela, que sin embargo parece no tener relación alguna con los ya mentados.
Para esta palabra se apuntan dos posible orígenes, dentro la propia lengua portuguesa, uno proveniente de favo (panal, también presente en el asturleonés), y el otro de favilla (ceniza caliente), ambos por el aspecto externo que tienen las barriadas constituidas por dichas construcciones.

Una última palabra del entorno léxico podría ser chalet, que ha adoptado en castellano una connotación antónima a la de txabola o favela, en el sentido de indicar esta vivienda un estatus económico alto.
Aun así, su concepción primera era la de una simple cabaña alpina, referida a las chozas de los pastores de la región de habla arpitana.
Es precisamente de la lengua franco-provenzal de la Suiza romanzada de donde nos viene esta palabra, si hacemos caso a las fuentes etimológicas, de una raíz pre-indoeuropea *cala, "refugio de montaña", a la que se añade el sufijo -ïttu.
Estos refugios se dicen que eran utilizados también para guardar el ganado o para la elaboración de queso, entre otros humildes propósitos propios del pastoreo.
Es, por tanto, un término gemelo en significado (independientemente de su uso actual en castellano) a borda, que pronto vamos a tratar.


Retomemos entonces las raíces de bordello y otros morfemas homófonos en diversas lenguas cercanas.

La palabra más común en inglés para burdel es brothel, y no el italianismo que nos centra en este post, que más arcaicamente existía en esta misma lengua bajo la forma bordel.
Bordel es el diminutivo francés de borde (cabaña), de una raíz germánica (de la lengua franconia) para "tabla, madero".
En inglés la elección final de brothel resulta de una confusión entre bordel y un viejo participio brothen, que quería decir "persona miserable", del verbo brethen, dentro del campo semántico de echarse a perder, estropearse, malograrse, etc.

La forma adjetival brothen se aplicaba a las prostitutas como mujeres perdidas (en un sentido metafórico o espiritual), de la misma manera que el euskériko emagaldua (de eme, hembra, y galdu, perder).

Brothen-house, prostíbulo, se acortó en brothel por mezcla con el galicismo bordel.

Sin salir de la lengua inglesa tenemos el sustantivo básico que parte de la misma raíz germánica: board, de uso frecuente como tabla física, tablón y conceptos derivados, reales o abstractos (traducido como "panel" se enlaza con keyboard o signboard).
Una tabla de surf o surfboard

En castellano poseemos idénticamente el préstamo francés, aunque, según la RAE, llegado a través del catalán o del occitano.
Sin embargo, en castellano la vocal átona es u y no o, tal vez por analogía con burdo, cuya etimología latina no tiene relación alguna con la de burdel.


En la lengua vasca se nos hace curioso que la forma propia para llamar a la ciudad gascona de Burdeos sea Bordele (en gascón Bordèu < *Bordel), que no tiene en absoluto vínculo con "burdel", sino con el nombre galo de Burdigala.

Pero sí que existen referencias claras a la raíz franconia en euskera en el propio nombre que se da a las cabañas y cuadras que se encuentran en las zonas altas de los montes vascos y en las ascensiones pirenaicas: borda.

En el diccionario vasco se establece los límites de este término en torno a los castellanos aprisco, establo, choza, cabaña, granero, granja.

Aparentemente, este vocablo nos llega directamente desde el *borda germánico (tabla), y aunque es muy conocido entre los mendizales vascoparlantes, no es exclusivo de esta lengua y aparece también en aragonés, de donde tenemos el propio apellido Labordeta, con sufijo diminutivo, así como en catalán con un sentido ligeramente distinto de corral o casa de campo (os redirijo a dos posts más amplios sobre la relación lingüística con una antigua cultura pastoril transpirenaica en el blog de Joan Peiroton aquí y aquí).

La academia de la lengua castellana lo acepta delimitándolo al entorno pirenaico: albergue de pastores y ganado.

En cambio, borda llegó al castellano también por otros cauces que lo derivaron hacia significados marinos y no monteses.

Seguramente a través del dominio del imperio español en Flandes (región de habla franconia) múltiples préstamos orientados a la navegación marina se tomaron en la lengua castellana.

La borda de un barco (entiéndase como el costado de la nave) viene acompañada de las palabras borde y bordo como cognados casi sinónimos, coincidiendo todos en su procedencia del francés bord, sin olvidar que borde pasó a ser extensivo al extremo de cualquier objeto, y no sólo de un barco.

Es evidente que los barcos estaban hechos de tablones de madera, y por ello la elección de la raíz germánica *bord (inglés board) es obvia.

Esta raíz marca nuevamente su presencia en dos notables conceptos marinos como son babor y estribor, probablemente desde el franconio posterior bien llamado flamenco, neerlandés u holandés, pese a que las fuentes oficiales insisten en atribuir al francés el préstamo último al castellano.



Estribor (del fr. stribord, hol. stierboord, stuurboord) quiere decir el lado derecho del barco (el que se ve en la imagen), en inglés llamado starboard, del verbo steer (dirigir, conducir, gobernar), debido a que antiguamente el piloto se situaba en este lugar.

Babor, siendo el lado izquierdo del barco, tiene su origen en bakboord (en holandés), paralelo al inglés backboard ("lado posterior") que no es la palabra usada para ello, sino larboard ("lado de carga", de la rotacización del verbo lade, con una dificil relación con load).

En ambos casos el sufijo -board del inglés no es endógeno y es un reanálisis popular de los préstamos bajo su forma en -bord.

Estrechamente enlazados con todo esto tenemos los derivados abordo (estar en el barco), que se encuentra en inglés igualmente como on board que como el prefijado aboard, y también el verbo castellano abordar (asaltar el barco).

Asimismo, es señalable la expresión coloquial "tirar por la borda" que en su abstracción metafórica ha superado el ámbito marino.


Dentro de los préstamos gérmanicos relativos a la navegación, además de los puntos cardinales ya mencionados en la entrada anterior de Josu, no podemos olvidar la palabra rumbo.

Éste venía en un principio a referirse a las 32 posiciones posibles de la aguja de una brújula, interpretado etimológicamente como el "espacio" navigacional, del holandés rume, pasando por el francés antiguo rum> rumb (con consonántica epentética añadida), en parentesco claro con el inglés room o el alemán Raum.

A diferencia de barco, su hermano menor bote sí que proviene también del francés antiguo bot, tomado del inglés boat, originario de una raíz indoeuropea para "partir, dividir, escindir", en el sentido de cortar un árbol para obtener maderos que usar en su fabricación.



Volviendo a las palabras que comienzan por bord-, existe otro par en castellano que no tiene nada que ver en etimología ni significado.


La acción de bordar, grabar dibujos hilando sobe una tela, nos conduce de nuevo a otra raíz germánica, aunque ésta distinta fonética y semánticamente.
Se trata del verbo franconio brozdon (del gmc. *bruzdan), desde un sustantivo original *bruzda, que representa al utensilio usado en la acción: "aguja, punta".
El término francés desde el cual pasó al castellano fue broder (del más arcaico brosder).

El cambio de sonido en esta palabra viene por influencia de borde (disponemos como más fiel al original el sinónimo verbal broslar, también castellano aunque apenas conocido).
Y es que los bordados suelen precisamente realizarse en los bordes del tejido, y por esta asociación mental se dio lugar a la analogía fonética.

Ya hemos hablado de borde antes, como la generalización desde el vocablo marino para el costado de una nave hasta el canto de cualquier cosa.
No se limita a las cosas físicas.
También un borde es un límite abstracto (al borde del colapso, el borde del abismo, el borde entre dos países) y de ahí nos viene bien el ejemplo del inglés border, frontera.
Procedente del francés bordure, aquí el lexema franconio bord se establece como "margen", otro sinónimo del borde castellano.

Curiosamente, una frontera es también un "palo que separa", así que retomamos el prístino sentido de "madera" de la raíz germánica.

Por otra parte, a un borde en euskera se le dice ertz que presenta un notable parecido, casual o no, con el puramente germánico Ecke (alemán) o edge (inglés, del anglosajón ecge).


Pero hay otro borde en castellano que viene del latín burdus, con un paso previo por la lengua catalana según dicen, ya que la evolución padremoñal castellana es burdo.
Ambos significan bastardo, esto es, "nacido fuera del matrimonio", y sólo como significado secundario viene el coloquial "impertinente, antipático" de borde o el "tosco, grosero" de burdo.
Volviendo al principio del post, el vínculo entre burdo (bastardo) y burdel en el imaginario popular provocó la mutación vocálica de esta palabra frente al anterior bordel.



Para terminar esta serie de germanismos cercanos a ambos lados de los Pirineos se me presenta el simpático estona catalán ("rato, momento"), que sorprendentemente parece venir del gótico stûnda, cognado del actual Stunde alemán, que significa "hora".

Estona existe igualmente en lengua occitana, pero no es fácil de entender el por qué del desacuerdo de los lingüistas sobre la etimología germánica.

Parece razonable ver que "rato" (un periodo de tiempo de duración no especificada) y "hora" (un periodo de tiempo de duración especificada) son parientes cercanos y los cambios fonéticos entre stona y stûnda son nimios y previsibles.

La e- protésica es regular en las lenguas ibéricas carentes de s líquida y la reducción consonántica -nd- > -n- es una de las características exclusivas del catalán y del gascón dentro de los romances de oc; en las dos el verbo pedir se expresa "demanar" (comparar con el demandar castellano o el francés demander, preguntar).
Es considerada una peculiaridad pirenaica que también aparece en euskera.


***

Ha sido en definitiva, un repaso por cómo funcionan ciertos mecanismos de creación léxica en las lenguas, usando las evoluciones propias, los préstamos selectivos a realidades concretas y significados derivados, así como la importante influencia de la analogía con otros términos y la asociación popular entre ellos a la hora de configurar su aspecto y uso finales.

domingo, noviembre 14, 2010

Orientándonos


Autor: Josu Gómez "Eleder"

Tras tanto tiempo sin escribir en el blog, me toca orientarme a la hora de enfrentar la pantalla vacía. Por eso he pensado en éste como el tema del nuevo post. Así, comienzo por orientarme, esto es, mirar al Oriente, al Este. ¡Vaya! ¿Por qué en castellano “orientarse” tiene que ver con el Este, cuando nuestras brújulas, instrumento de orientación por excelencia, señalan al Norte? (o al Sur, claro, dependiendo del Hemisferio)

Lo del Norte es realmente por una mera y triste razón física: porque la Tierra está magnéticamente orientada hacia sus dos polos, así que imantar una aguja y observar hacia dónde se movía era una forma práctica de saber la dirección en la que uno se movía. De aquí provinieron expresiones como “perder el norte”, “estar desnortado”, etc.

Lo de “oriente” es mucho más poético: los antiguos mapas tenían el Este como punto geográfico superior, seguramente por ser ésta la dirección del sol naciente. En la Europa cristiana también influó el hecho de que Jerusalén estuviera situada al Este, dado que era el punto central de los mapas en T (con Asia arriba, sobre el travesaño de la T, Europa a su izquierda, y África a su derecha).

Y es que, a fin de cuentas, esto de la “orientación” de los mapas es algo cultural. Una de las cosas que más nos chocaba a los lectores de Tolkien, cuando abríamos “El Hobbit”, es encontrarnos con un mapa hecho por los enanos que estaba orientado hacia el Oeste, lo que se explica posteriormente en el hecho de que las grandes migraciones de los pueblos de la Tierra Media (donde se sitúan las grandes obras de Tolkien) se realizan desde el Este hacia el Oeste (nos ahorraremos aquí las explicaciones sobre la Tierra Bendecida de Valinor, la huída del Enemigo Oscuro tras la caída de los Árboles, etc.)

En cualquier caso, los nombres de los puntos cardinales reflejan estas convenciones. En castellano, curiosamente, no usamos de forma preferente los nombres latinos, sino los germánicos: Este (compárese con East), Oeste (West), Norte (North) y Sur (South).

Este” proviene, si nos remontamos al germánico antiguo, de “austra”, que a su vez viene del indoeuropeo “hausos”, que en griego dio “aurora”; esto es, la salida del sol, que es, con otras palabras, el mismo concepto que el latín “Levante” (donde el sol comienza a “elevarse”), o que “Oriente”, de mismo significado (de “orior”, “se levanta”, originalmente relacionado con “comenzar”, como “origen”).

Oeste”, por su parte, está relacionado con la palabra latina “vespera” o el griego “hesperos”, significando “la tarde, el crepúsculo”. También se usa “Poniente”, “donde el sol se pone”, y “Occidente”, de significado mucho más simbólico (y lúgubre): de “occido”, caer, sucumbir, morir.


Norte” proviene del germánico “nord”, del protoindoeuropeo “ner”, “abajo”, que se explicaría por el sistema de orientación indoeuropeo. Los otros términos para designar este punto cardinal son igualmente curiosos: “Sepentrión”, que significa “siete bueyes” (nombre que los romanos daban a la Osa Mayor; “Ártico”, curiosamente, proviene también de la misma constelación, pues proviene del griego “arktos”, “Osa”), y “Boreal”, que proviene del dios griego Boréas, de etimología desconocida. Finalmente, “Sur” proviene de “suth”, quizás relacionado con “sun”, “sol”. “Meridión” significa “mediodía”, dado que en Europa es el punto al que señala el sol cuando está en su cénit, y “Austro” está, curiosamente, relacionado con “aurora” también.


“Austro”, precisamente, es el origen del nombre de Australia, que vendría a significar “sureña”, y es uno de tantos topónimos creados a raíz de los puntos cardinales (lo que es curioso, porque nadie es “norteño” u “occidental” desde su punto de vista, lo que nos inclina a pensar que la gran mayoría serán en realidad “exónimos”, nombres dados a esa tierra por gente de fuera de ella, aunque en ocasiones hayan acabado siendo asumidos por los habitantes). Otro curioso ejemplo es el de Tonga, un país insular del Pacífico, cuyo nombre significa “Sur” en varios idiomas polinesios; en el mismo caso, en una zona totalmente distinta, se encuentra Yemen, “sur” en árabe, por estar situado en esa zona de la Península Arábiga (aunque su significado literal es “derecha”, se cree que las lenguas semíticas podían haber tenido un sistema de orientación que dejara el sur a la derecha y el norte a la izquierda).

En el otro extremo tenemos la Tierra del Norte, como era llamada por los europeos: Noruega (“Norweg”, tierra hacia el norte, en contraste con las “suthrvegar”, Alemania, y las “austrvegr”, las tierras bálticas), con otro equivalente en el Pacífico: Tokelau, archipiélago cercano a Nueva Zelanda, que significa “norte” en polinesio.

Si nos vamos a “Oeste/Occidente” y “Este/Oriente”, nos encontramos con un interesante paralelismo en el mundo árabe: “Maghreb” (zona a la que mi compañero Asier ha viajado últimamente), en árabe, significa “Occidente”, existiendo también un “Mashrek”, “Oriente”, que es la zona entre el Mediterráneo e Irán. Pero lo más curioso es que, de hecho, “Europa” podría provenir (no es seguro) de una raíz semítica, cognada del fenicio “ereb”, que significaría también “atardecer”, mientras que “Asia” podría provenir de formas relacionadas con el fenicio “asa”, “salir, ascender”. No son etimologías extremadamente probables, pero sí sugestivas.


Buscando países con el concepto “Este” en su nombre, enseguida nos surge Estonia, aunque probablemente su etimología sea distinta (se sugiere “moradores del agua”). Otra etimología interesante, en el otro extremo, es la de Irlanda, que, en su forma Éire, podría provenir de ì (“isla”) + thairr (“oeste”) + fónn (“tierra”), dando así “la isla del oeste”, siendo el mismo concepto que, en semítico, ha podido dar el nombre de Arabia (“oeste”), siendo todas etimologías muy poco seguras.

Y para terminar nuestro viaje de orientación por los puntos cardinales, podemos recordar que esta misma palabra, “cardinal”, proviene del “cardo”, nombre que se daba en Roma a la “calle principal” que recorría las ciudades en dirección Sur a Norte... y con esto volvemos al mismo punto (cardinal) de partida. Y aunque hayamos terminado un tanto mareados, no ha estado mal para un reencuentro FiloBlógico.

viernes, octubre 29, 2010

Los renglones cursivos de San Cirilo


Autor: Asier Gabikagojeazkoa

Tal vez mi primer contacto con la escritura cursiva cirílica fue cuando observé al capitán Arsenyev realizando anotaciones en su diario, en mitad de la taiga, en una escena de la película Dersu Uzala del conocido cineasta nipón.
Pero no fue hasta años después que fui plenamente consciente de su uso cotidiano, cuando me adentré en tierras búlgaras y me di cuenta de que había letras de dicho alfabeto que no entendía.

Ahora mismo, en este periodo entre el fin del verano y la cuaresma invernal, he adoptado una dedicación temporal al aprendizaje del ruso, de cara a un largo periplo que me llevará a través del frío y el hierro hasta el mar oriental, para posteriormente terminar cruzando la invisible línea euroasiática por los viejos caminos de la seda.

Así es que tengo ahora contacto directo con el cirílico, en una frecuencia semanal .

Pues bien, se me ocurre que a modo de curiosidad, y ya que es un hecho no muy conocido entre los occidentales, comentar aquí brevemente la caligrafía manual del alfabeto usado mayoritariamente por lenguas eslavas (y alguna que otra altaica).


Hay que desmentir antes de nada la extendida creencia de que fue el clérigo bizantino Cirilo el Filósofo quien inventó el alfabeto de la iglesia ortodoxa eslavónica.

Él y su hermano Metodio nacieron en la ciudad griega de Tesalónica, y siendo hábiles lingüistas fueron encargados con la labor de llevar el cristianismo a las entonces recién llegadas tribus eslavas en la periferia imperial.

Para ello se dice que crearon una serie de signos de tal forma que las palabras en lengua eslava pudieran ser representadas sobre el papel (u otro soporte de la época), pero en ningún caso fue esto una versión primitiva del cirílico, sino otra cosa distinta a la que se llama glagolítico.

La inspiración para el glagolítico no está muy clara (el término proviene de glagol, verbo, en ruso, entre otras lenguas eslavas), algunos han llegado a sugerir la existencia de runas arcaicas en el Este europeo sobre las cuales se basaron (como por ejemplo, pictogramas Vinča), pero es muy improbable.

Es más, se pone en seria duda la propia invención del alfabeto glagolítico por parte de los hermanos de Salonica, aunque su aparición coincide en rango temporal con su actividad evangelizadora en la Gran Moravia.

Fue en las orillas del lago Ohrid, la actual República de Macedonia, donde San Clemente, un alumno de Cirilo, inventó la escritura cirílica para la traducción al antiguo eslavo eclesiástico de los evangelios.

En definitiva, fueron sus discípulos los que lo llamaron así con su nombre en su honor, accidentalmente relegando a Metodio al actual olvido mediático.

Aunque fue desde luego la adoptación de la variante simplificada del alfabeto eslávico por parte del Imperio Búlgaro lo que dio el empuje definitivo en su estandarización e implantación como escritura culta.


St Climent de Ohrid (Macedonia)


Su parecido con la fuente uncial helénica es obvio, y es éste quizás uno de los rasgos que provocaron su éxito posterior, y que de algún modo une la cultura escrita entre Grecia y Rusia.



Analicemos un poco sus letras.


A pesar de que la gran mayoría de las letras provienen del griego, como excepción tenemos el símbolo para el sonido de la sibilante palatal Ш (sha), que es casi idéntico a la letra hebrea ש (shin) del mismo valor fonético.

Hay un par de signos llamados signo blando ь y signo duro ъ, no considerados letras o sonidos en ruso hoy en día, que provienen de una antigua yod y un antiguo waw eslavo respectivamente.

El signo duro se usa actualmente en búlgaro para representar una vocal media, una especie de schwa pan-balcánica.
El signo blando en ruso es hoy en día un palatalizador efectivo, que cambia el sonido de la consonante anterior.

Además de signos adaptados localmente para transcribir sonidos de la lengua concreta no existentes en otras, el alfabeto cirílico ha sufrido también una evolución, y varios de sus signos primitivos han ido siendo descartados
Fue la suerte de Ѳ (fita), heredera de la theta griega, que tuvo un valor fonético de F en ruso, pero de T en búlgaro (de Theodoros tenemos Fyodor en ruso y Teodor en búlgaro).


Posiblemente desde siempre lo más llamativo del cirílico ha sido su similitud con el latino (ni que decir con el griego), que se incrementa en su variedad cursiva, pudiendo dejar a cualquiera con la sensación de que ha olvidado leer al esforzarse en leer unas líneas que le resultan tan familiares y extrañas a la vez.


Algunas letras comparten aspecto y valor con las latinas, tales como A, K, M, O, T.

Aunque la B (ve) es igual que la B latina, en realidad es uve.

La З (ze) es igual que un 3 (tres) y es fácilmente confundible en la escritura con Э (e), cuyo sonido es la vocal e, a pesar de escribirse al revés.

La letra E (ye) cirilica en ruso representa una vocal e yodizada, con una semiconsonante y- por delante, esto es, ye o el diptongo ie.
Hay que decir que en búlgaro no existe Э y la propia E es la vocal e.

La letra И (i) aunque nos parezca una N dada la vuelta, es en realidad la vocal i.

La letra H (en) es en realidad el sonido nasal dental n.

La letra P (er), igual que en el caso griego, no es la pe, sino la erre.

La letra C (es) no es la c sino la s, aunque esta correspondencia fonética no nos sea desconocida en las combinaciones con vocales frontales e, i en la lengua francesa, inglesa o el castellano americano.

La Y (u), que es igual que la y griega, es en las lenguas eslavas la vocal u, y sin embargo en griego moderno es la i (como en el alfabeto latino, que también lo usa para ü en varias lenguas, el finés por ejemplo).

La letra Ю (yu), aunque parezca el diptongo io es en realidad una u yodizada, yu o iu.

Paralelamente Я (ya) es un a con yod precedente, aunque sea como una R dada la vuelta.

Así pues, tenemos el grupo de letras "dadas la vuelta" como 3, И, Э y Я.

La X (kha) tiene siempre en cirílico y griego el valor de una fricativa velar sorda (la jota castellana), el mismo sonido para el cual se usaba en castellano antiguamente, y en muchas otras lenguas hoy que usan el alfabeto latino, a pesar de que estemos acostumbrados a su valor latino compuesto original -ks-.




En mi infancia siempre creí que las famosas siglas CCCP se leían efectivamente cececepé, sin comprender a qué se debían, no obstante.
Curiosamente, como el lector avispado sabrá, esas siglas se leen SSSR (es decir, URSS en castellano).
He ahí un claro ejemplo de una correspondencia directa conocida entre letras cirílicas y latinas, sin relación fonética alguna.



tabla con las letras cirílicas en su estilo imprenta (mayúscula y minúscula) y su estilo cursivo (mayúscula y minúscula)



Pero hablemos del estilo cursivo.
Éste se encuentra incluso en su forma cursiva impresa, esto es, existe una forma estandarizada de estas letras itálicas para su edición automatizada.
Esto no es novedoso, ya que el propio alfabeto latino también dispone de ello, como habéis podido observar a lo largo de este texto, pero la derivación en el caso latino apenas si se reduce a inclinar las letras. En algún caso, como en el de la a, la variación es marginalmente mayor (a a).


En el cirílico, en cambio, se producen notables variaciones entre sus letras.

La letra Б (be) se convierte en algo parecido a una d latina: δ

La letra в (ve) que sigue manteniendo su forma idéntica a la b latina en su versión mayúscula y minúscula. La diferencia estriba en que en la forma impresa la mayúscula y minúscula sólo varían en su tamaño, mientras que la в minúscula en cursiva es más similar a como escribiríamos a mano la b latina (con un trazo elíptico atravesando la plica superior).

Ambas dos letras provienen de la β helénica, y hoy en día la propia β (beta) representa exclusivamente el sonido uve y nunca el be en griego moderno.

La letra г (gue), idéntica a gamma en letra de imprenta, se convierte en algo parecido a un 2 (dos) o una s dada la vuelta: г
En la escritura manual bien puede ser confundida con una r (erre latina) en la forma de escribir de algunas personas (la mía incluida).

Extrañamente la letra Д (de) se vuelve idéntica a una g latina en su forma cursiva minúscula.

En el caso contrario tenemos el de la letra З (ze) que en su forma cursiva minúscula se parece a la forma manual de escritura de la z latina en ciertos casos, con un trazo curvo bajo la línea: ӡ

La letra И (i) se vuelve totalmente igual a una U latina con rabito inferior de enlace (como cuando escribimos u a mano), tanto en mayúscula como minúscula cursiva.

Le letra Л (el) es escrita con apenas un pico que se alza del trazado línear (que delata su origen griego en λ, lambda), fácilmente confundible tanto con un trazo de И u o M, como con una г enlazada.

Para liar más las cosas la М (em) sigue siendo eme, aunque con trazos más curvados y su cavidad intermedia más resaltada, de modo que es muy similar a una u enlazada por izquierda y derecha con otras letras.

La П (ep) que pensábamos era distinguible se nos vuelve idéntica a una n latina minúscula en la forma cursiva.

La Р (er) sin sorpresas en su forma minúscula sigue siendo igual a una p.

Tal vez lo más chocante de aquel que viene a encontrarse con el cursivo cirílico sea que la T (et) que en su forma impresa era una T tal cual (en minúscula una T más pequeñita), en cursivo se ha de escribir exactamente igual que una m minúscula latina.


La letra Ч (che), en su forma minúscula cursiva sólo se diferencia, en mi opinión, de la Г (gue) cursiva г en que los trazos son rectos y no curvos, ya que es una especie de r latina manual.

Para terminar, la Ш (sha) en cursiva son como dos ues seguidas escritas juntas: ш
Precisamente una forma manual de la w (uve doble) latina.


Vamos, que finalmente tenemos un cuadro (en rojo el cirílico) cuando menos curioso que nos obliga a leer i cuando leemos u, t cuando vemos m, d cuando nos aparece g o p si es el caso de tropezar con una n.
Ni que decir de lo que ya debemos dar por conocido, que es leer n si está escrito H, u para el caso de la y, decir r la consonante p o incluso pronunciar b la letra d δ, mientras que la letra b ha de decirse v y la w debe ser una sh.
¡Olvídate de que aprendiste a leer!



Obviamente, la forma habitual es la cursiva manual, escrita a mano en el día a día por todos los usuarios de este alfabeto, y que el viajero podrá encontrar en menús escritos en pizarras de restaurantes, por ejemplo.

Existe una tendencia tal vez mayor que en el caso latino de enlazar los trazos de todas las letras entre ellas, la anterior con la siguiente y la siguiente con la posterior, etc. de este modo escribiendo palabras enteras sin levantar en absoluto el bolígrafo del papel (con nuestro alfabeto esto suele ser al menos necesario para marcar los puntos de las íes o las barras de las tés, y yo particularmente no suelo enlazar todas las letras).

La impresión general es la de una línea continuada que fluye con trazos ascendentes y descendentes más o menos curvos o picados, que dan la sensación de ser un mar plagado de olas.

Un galimatías, ya que, unidas todas las letras, resulta más fácil aun si cabe confundir M (me) con m (te), г (gue) = λ (el) y г (gue) = ч (che), entre otras.


Al final, sucede como con otros tipos de cursivas manuales existentes por el mundo (notablemente los hanzi chinos): hay que conocer bien las palabras del idioma para poder leer con un cierto atino (de todas maneras, si se conoce la lengua nuestro cerebro no lee cada letra sino que procesa la forma de cada palabra en su conjunto).

martes, julio 13, 2010

Los pictos, las pesetas y otras celtidades

Autor: Asier Gabikagojeazkoa

Tras un breve pero intenso viaje por tierras caledonias, no he podido menos que volver sorprendido por la cercanía cultural que los supuestamente misteriosos pictos tuvieron con el resto del Occidente europeo.

El caso es que hasta donde yo había leído los pictos habían resultado ser una de las grandes tribus desconocidas del pasado histórico prerromano, cuyas raíces con frecuencia se retraían hastra el periodo neolítico.

Después de la visita a la zona y la lectura de un actualizado y esclarecedor libro sobre el tema, puedo afirmar que los pictos carecen de tal enigma.

Los pictos fueron los habitantes nativos de Escocia hasta donde los registros históricos helenos y romanos llegan. Y siguieron siéndolo por muchos siglos, hasta bien entrado el siglo VIII d.C. y su progresiva asimilación al pueblo escoto, para formar el pueblo mestizo que vino a denominarse escocés por parte de los foráneos.

Desde el siglo XIX y durante casi todo el siglo XX predominaron las teorías que asociaban al pueblo picto una preindoeuropeidad fuera de toda duda.
Esto es, se decía de ellos claramente que su lengua originaria no era celta, sino una lengua anterior hablada en Gran Bretaña.
Esto provenía del hecho de que varias inscripciones oghámicas distribuidas por toda la geografía de las islas británicas no pudieran ser descifradas mediante el uso de vocablos célticos.

El alfabeto Ogham, que consistía en una serie de rayas grabadas de manera vertical en los cantos de piedras y árboles, se usó principalmente para escribir cortas frases y nombres propios en antiguo irlandés, pero en ciertos hallazgos en tierra escocesa la lengua no pudo ser determinada a pesar de ser capaces de leer los caracteres.

Por mucho tiempo se creyó que esta lengua representada en los grabados pétreos más septentrionales (incluyendo las islas Órcadas y Shetland) no era celta, y que ésta era la lengua propia del pueblo picto, que no fue sojuzgado bajo el yugo imperial de Roma.

Pronto también surgieron teorías que establecían que los pictos poseyeron dos lenguas, una más arcaica y precéltica con un uso sacralizado y monumental en época tardía, y una lengua celta de rama p (galo-britónico), de uso cotidiano, al menos desde la era tardo-clásica.

A lo largo de los años se ha visto que la inmensa mayoría de las inscripciones ininteligibles pueden perfectamente reflejar esta lengua celta de la rama p (y en otros casos mediante irlandés-gaélico primitivo), sin necesidad de recurrir a una lengua arcana de origen desconocido.

Hoy en día se da por hecho que los pictos eran una tribu de habla céltica (rama p), al menos en periodo histórico, pero herederos de una tradición cultural más antigua, que muchos no dudan en enlazar con las construcciones megalíticas de las islas.


Megalitos de Machrie en la isla de Arran (Escocia), 3.000 a.C.


A la mentada preindoeuropeidad lingüística se le solía añadir el supuesto linaje matrilineal de sus "reyes" tardíos y otras características como pintarse y tatuarse el cuerpo, resaltando la excentricidad de estas prácticas.

Estos hechos sin duda llamaron la atención de vasconistas como Henri Guiter, Federico Krutwig y Theo Vennemann, que pronto atribuyeron a la población picta original vínculos antiguos con los habitantes de Aquitania.

A lo largo del siglo XX se publicaron varios escritos que descifraban entera o parcialmente vocablos o frases de las inscripciones pictas no identificadas como de lengua celta, basándose en un conocimiento m´´as o menos pobre de la lengua vasca moderna.

No hay ni que decir que estos infructuosos intentos no hacen sino desviarnos de la verdadera realidad histórica y social picta, y que carecen de interés mas alla de lo anecdótico, sin que por ello haya que desdeñar el hecho aceptado de que posiblemente las poblaciones británicas originales si que tuvieran una lengua pre-indoeuropea, y como ya se ha indicado en múltiples ocasiones, que esa cultura tuviera estrechos vínculos con las poblaciones de la cornisa cantábrica y el arco costero francés, lo que se ha venido llamando en arqueología la región Franco-Cantábrica, zona de sucesivas culturas materiales desde el 35.000 a.C.

Eneko Aritza, rey de Pamplona

Tal vez sea justo mencionar una posiblemente acertada correspondencia nominal entre el famoso Aengus picto, que en gaélico antiguo también aparece como la deidad Oengus, y el vascón Enneco.

Los dos son nombres propios de grandes notables en la historia de ambos desaparecidos pueblos, en el caso picto un rey que en el día de San Andrés (cuyo símbolo desde entonces estaría asociado a Escocia) venció una importante batalla contra los invasores germánicos, y en el caso vascón el de un rey que conformó el reino de Navarra (primeramente de Pamplona).

Pero estos nombres tuvieron prólija utilización para diversos individuos, y son frecuentes las apariciones de los patronímicos relacionados con ennequs y onnequs en Pictland, que es la propia grafía que toma el euskérico Enneco en latín (del patronímico Mac Aonghais, en gaélico hijo de Aengus, vienen los modernos apellidos irlandeses y escoceses McInnes y Guinness)

Del nombre picto original hoy en día tenemos Angus, que es también la denominación de una región en el corazón de la Caledonia picta, y del nombre vascón tenemos en euskera Eneko y en castellano Íñigo.

Tierras de Angus, en la costa oriental de Escocia.

También existía una versión similar femenina (el nombre de la propia madre del rey navarro), Onneca, que se nos enlaza con las formas pictas del nombre.



El monarca picto es llamado rey de Fortriu, lo que me da pie a comentar la relación de continuidad entre la antigüedad celta y el medievo gaélico, patente en la onomástica picta a lo largo de Escocia.
Hay que aclarar que la mayor parte de la documentación histórica que nos ha llegado sobre los pictos en la época medieval proviene de escritos en gaélico realizado por monjes irlandeses, en cuya lengua habían adaptado los nombres personales y geográficos de los pictos.
No sólo eso, también el gaélico era la lengua de los vecinos de los pictos, los escotos de Dal Riada (en el Oeste de Escocia), a través de los cuales seguramente recibieron los cronistas hibernios las fuentes de información sobre lo que acontecía en el Noreste de Britannia.

Fortriu, que en época medieval temprana parecía equivaler a la "tierra de los pictos", proviene etimológicamente de la antigua tribu celta de los Verturiones, nombre notado por los historiadores romanos acerca de los bárbaros mas alla de las murallas del Norte.
En su forma, Verturiones claramente se encuadra dentro de los etnónimos de tipo galo que tan bien documentaron los latinos.
Junto con ellos, también se apuntó el de los Dicalydones como la otra tribu picta, cuyo nombre evoca el de Caledonia.

Caledonia, que era en época clásica el apelativo de las tierras mas septentrionales de Gran Bretaña, se relaciona con el galés medieval de Celyddon Wledig (antropónimo) y también aparece en la saga artúrica como el nombre del bosque en el que Merlín (Myrddin Wyllt) pasa su exilio.

No es el unico vínculo con los britones de mas al sur.
El poema de Y Gododdin, escrito precisamente en galés medieval de Escocia, nos habla del reino de habla britónica (celta de rama p) que ocupaba la extensión en torno a lo que hoy en día es Edinburgo, este último proveniente del galés antiguo dun etain: "fortaleza/colina de los Etani (?)".
Este reino fue arrasado por una incursión de la naciente confederación angla del norte de Inglaterra, y nunca más volvió a haber hablantes de galés en Escocia.

Ciertos autores van más allá y llegan a enlazar a la tribu prerromana de los Eponi con el posterior clan gaélico de los McEochain, habitando ambos en la misma zona del Oeste de Escocia, en diferentes siglos (cerca de Argyll).
En el primer caso Eponi es un sustantivo de raíz celta britónico-gala, que significa caballo, y que encuentra su paralelo en la deida gala Epona (latín equus, ya tratado en este blog).
En el caso del patrónimico del clan, Eochain, también viene a ser lo mismo etimológicamente, pero con la diferencia de que ahora se trata de celta de la rama q.
Esto pondría de relieve que la transición desde una habla britónica hasta una gaélica en la celtofonía escocesa fue progresiva y adaptativa, sin necesariamente un cambio brusco o una invasión externa.


Y es que efectivamente la lengua picta celta debía de ser britónico-gala, con sus particularidades locales, de las cuales sólo unas pocas nos son conocidas, notablemente el termino pitt (y su forma prefijada pit-), que venía a significar "parcela de terreno" o "porción".
Su aparición se limita a Escocia, donde es un morfema abundante en toponímia: Pitkennedy, Pitmedden...

El propio apellido Pitt debe de tener la misma procedencia.

Pitkennedy y Aberlemno,
donde se encuentran importantes grabados pétreos pictos.

El prefijo vinó a llegar hasta el océano pacífico donde dio nombre a las islas Pitcairn, hogar de los descendientes mestizos del malogrado motín de la Bounty (la palabra céltica cairn, piedra, peña, también es interesantísima y da para otro post).


Algo menos específicamente picto es el sufijo aber-, significando desembocadura (con un origen anterior de río, agua), pues a pesar de que es distinctivo de muchos lugares en Escocia (Aberdeen, Aberlemno) su parentesco britónico le delata en la toponímia galesa (Aberystwyth).

Y hablando de Aberdeen ("la desembocadura del río Dee"), su segundo componente es típicamente celta, de un originario *deva, que alude a una "diosa", fluvial en este caso, de frecuente aparición en los mitos indeuropeos bajo la forma de hadas del agua, lamías y demás.
Se encuentra otro río Dee en los límites entre Inglaterra y Gales, también el río Deba entre Gipuzkoa y Bizkaia en el País Vasco, así como el río Deva entre Cantabria y Asturias, todos ellos de la misma fuente celta.
Otras etimologías apuntan más bien hacia la raíz céltica para agua *dubr- (galés dwfr, córnico dofer, bretón dour, irlandés antiguo dobur), que aparece en el inglés Dover , o en Dobro, municipio de la provincia castellana de Burgos.

Retomando el hilo sobre la raíz pit-, curiosamente cercana al nombre que los romanos otorgaron al pueblo que la creó: pictos.
La supuesta explicación clásica al término étnico ha sido siempre la de pintados (emparentado con la palabra pictórico en castellano y picture en inglés), debido a los tatuajes que portaban en las batallas contra las legiones itálicas.
Sin embargo, esta especie de etimología popular ha sido recientemente descartada en favor de una que nos lleve a un endónimo picto.

Segun la teoría moderna, el hecho de que los pueblos vecinos les llamaran mediante versiones de ese epíteto, pero con variación vocálica, se explicaría como que ellos se llamaban a si mismos tal, algo como el posterior pechts de la lengua Scots (germánica).
En inglés antiguo les decían peoht (anglosajón septentrional de Northumbria) y en nórdico antiguo pett (el estrecho de Pentland, entre Escocia y las Órcadas, es una corrupción de un derivado de este último).



Grabado en piedra sobre el motivo de la batalla de Dunnichen o Nechtansmere entre pictos y northumbrios.
Esta batalla fue decisiva en la conformación de Escocia como entidad independiente en la temprana Edad Media, año 685 d.C.
Fijaos en que los pictos combatían con el torso descubierto y falda.


El origen ulterior del término podría hallarse precisamente en relación con el ya mencionado pit-, que desde el galo se prestó al latín como pettia (pedazo, porción), un préstamo habitual en la amalgama total de la cultura gala y romana, incluyéndose otros términos hoy en día comunes en las lenguas romances como carro, braga o canto (piedra, de esta palabra y el ya mencionado aber, agua, se dice proviene Cantabria, en una de las etimologias propuestas, teniendo su paralelo en los antiguos Cantii del condado inglés de Kent).

En castellano pettia se tornó en la palabra pieza, de igual modo en francés fue pièce (y de ahí pasó al inglés), y en catalán peça.
Fijémonos ahora en este cognado catalán, porque en un periodo en el cual las monedas tenían su valor metálico idéntico a su valor facial, era la norma el cortarlas y dividirlas fisicamente en unidades inferiores, cuyo peso metálico tenía equivalencia a un valor monetario inferior a la pieza acuñada entera.
A cada uno de estos trocitos de moneda se les vino a llamar piecita, que en catalán se expresa peçeta, de donde proviene el nombre de la vieja divisa española peseta, en última instancia, una palabra celta.



Pero concluyamos con el nombre de la tribu picta.
La indagación en el posible origen propio del término nos lleva a mirar que existe otro caso idéntico en la tribu gala de los pictones (tambien llamados pictavinos, casualmente vecinos de los aquitanos de cultura y lengua precelta), que dieron lugar a los poitevins modernos (de la region de habla oïl Poitou, con un patois muy interesante del cual deberíamos hablar en otra ocasión...).

Segun ciertas fuentes irlandesas, existe otro nombre celta para los pictos (exógeno aparentemente) que es el de los cruithne, que ya ha sido por otros postulado como la forma en celta de la rama q (gaélico) del galo-britonico (rama p) pretani (podría pensarse la siguiente evolución fonética: *kwretani > *qretani > *qrethain > *qreithne), del que posiblemente viene Britannia (Prydein en gales moderno), posicionándoles efectivamente como el pueblo original de la isla (¿precéltico?).

No es la única coincidencia de nombres entre Escocia y la isla en su totalidad, también Alba, en gaélico el nombre de este reino, comparte origen claramente con el de Albión, denominación para Gran Bretaña.


En conclusión, el misterio picto desvelado se nos presenta como un conjunto de tribus similares a las de otras áreas galo-britónicas (por lo menos en épocas históricas), si acaso con un componente neolítico mayor, que debido a su cierto aislamiento del resto de la isla en una zona poco fértil (pantanosa y frondosamente boscosa durante la era clásica), de dificil conquista y control duradero, fue apartado de los lindes del Imperio Romano y no sufrió el proceso "civilizador", permaneciendo, por tanto, lejos de los candiles de los historiadores (lo que dificulta su comprensión actual como pueblo antiguo).


Fuente bibliográfica principal:
A New History of the Picts. Stuart MacHardy. Luath Press Edinburgh (2010)

(El resto de datos los he ido acumulando a lo largo de los años y vete tú a saber dónde los he leído.)