Autor: Asier GabikagojeazkoaA raíz de incluir en mi post anterior la referencia a la palabra txabola comencé a elaborar un estudio sobre el tratamiento de las consonantes palatales en diversas lenguas de la península ibérica, con especial énfasis en las conversiones fonéticas de los préstamos desde lenguas no ibéricas en diferentes épocas.El paladar ibérico es muy selecto.
El conjunto de consonantes que se pronuncian en el paladar (consonantes palatales) en las lenguas ibéricas es reducido y muy sujeto a cambios a lo largo del tiempo y la geografía.
El propósito de este post es realizar un repaso por los límites de las palatales en varias lenguas ibéricas para finalmente demostrar que ha habido una reorganización de las mismas con el paso de los siglos, con propensión a la simplificación y con unos ciertos rasgos areales que se extienden a casi todas las lenguas de España, en lo que puede ser consecuencia directa de una prolongada influencia del castellano sobre las otras.
Como ayuda, conviene releer un post antiguo de este mismo blog que sitúa geográficamente las familias lingüísticas del área que tratamos:
Continuum, aunque en el mapa inicial me equivoqué al alargar el castellano hasta la zona costera, cuando posteriormente he descubierto que el euskera y el cántabro tienen zonas de contacto, y el castellano surgió kilómetros al sur.
Explicando un poco qué sucede con la evolución consonántica entre las lenguas galorrománicas, el euskera y las lenguas iberromances...
Históricamente, en cierto punto de su evolución fonética, la mayor parte de las lenguas de la península ibérica poseían esa distinción entre sibilantes sordas y sonoras, así como éstas de las africadas sordas y sonoras, en el rango desde dental a palatal.
El castellano actual sólo distingue una sibilante sorda (s) y una africada más o menos dento-palatal/postalveolar (ch), sin existir sus variantes sonoras (la zeta del francés, inglés, la jota francesa o inglesa) ni sibilantes palatales (la ch francesa, la sh inglesa...), pronunciada alveolar y apical en el castellano estandar peninsular (ese ibérica, la lengua en una posición más atrasada), mientras que en el resto de la hispanofonía es alveolar y laminar/predorsal (en una posición más adelantada como en francés e italiano o la zeta vasca, p.ej.).
La forma de la lengua en la articulación (apical o laminar) resulta determinante en la ese, no sólo su posición (más o menos alveolar o más o menos dentalizada).
Veamos pues qué rastro y qué resultados han ido dejando las interrelaciones del castellano y otras lenguas peninsulares en el contacto con lenguas que sí poseían un sistema de sibilantes y africadas más elaborado.
Cronológicamente tenemos primero los numerosos préstamos del árabe, lengua ésta con una serie bastante completa de fricativas sordas y sonoras dentales, palatales y velares, así como la africada palatal sonora (dž).
El árabe clásico e hispánico poseían los sonidos ǧ [ž] (sibilante palatal sonora) y š (sh) (sibilante palatal sorda) que dan distintos resultados en el léxico prestado en castellano.
Lo más común es que en castellano moderno la ǧ original arábiga sea una jota castellana (fricativa velar sorda).
Ejemplos:
alhaja de alhaǧah
jofaina de ǧufaynah
El sonido velar fricativo sordo original del árabe a veces se mantiene como jota castellana:
jarcha de kharǧa
Aunque habitualmente se hace oclusiva a final de palabra -kh > -k:
jaque de šakh (rey)
Curiosamente, de esta misma palabra tenemos también las palabras jeque y sah en castellano, un triplete que nos ayudará a entender el comportamiento de las sibilantes en diferentes épocas del castellano.
Tanto jaque como jeque nos muestran además que igualmente la š arábiga hoy en día es una jota:
alfajor de alfašur
En cambio, existen algunos ejemplos de préstamos en los que el sonido palatal árabe deviene en la africada ch (dental sorda t + palatal sorda š).
Especialmente si la palabra tiene una líquida (r/l) o dental (t/d/n) antes de la sibilante palatal, como en:
alcachofa de alkharšufa (aquí incluso desaparece la r)
albérchigo de alberšiq (ya tratado en este blog aquí.)
enchufe de ǧúf (vientre, estómago)
Aunque no necesariamente, ya que encontramos también ejemplos de africación en ch tanto desde š como de ǧ, sin un condicionamiento aparente, excepto en el caso de ǧ a final de palabra:
azabache de azzabaǧ (frente al catalán atzabeja)
escabeche de assukkabáǧ
Otros préstamos árabes en los que se african las sibilantes originales:
chifla (cuchilla) de šifra
(sin embago, chiflo viene del latín sifilum, silbo, y pasó por una etapa intermedia de xiflo [šiflo], debido al efecto palatalizador de la vocal i).
chilaba del árabe dariya žellaba, en inglés djellaba, árabe clásico ǧilbāb (tal vez por ser un préstamo tardío incluye ch, como veremos más adelante).
Los sonidos palatales sordos [š] primeramente fueron tomados como tales en castellano, generalmente bajo la grafía x (xaque) del castellano medieval, puesto que esta lengua tenía ambos sonidos palatales x y j (la jota del castellano medieval no era la jota actual, sonido fricativo velar sordo, sino el fricativo palatal sonoro), distinguiendo sordas y sonoras, hasta el momento del reajuste total de las sibilantes.
Este proceso tuvo lugar entre los siglos XV y XVII como indica la gráfica, eliminando antes la distinción sonora/sorda en toda la serie de sibilantes y africadas, y posteriormente retrasando el punto de articulación de la palatal š hasta la zona velar (kh) o uvular de la jota castellana moderna.
Este fenómeno nivela y simplifica el repertorio fonético de la lengua castellana (en el castellano americano hasta el extremo de perder la distinción de las sibilantes).
Y es que este hecho marca un antes y un después en la forma de adoptar extranjerismos con sonidos palatales en la lengua castellana.
Si bien antes de la mutación consonántica se trataban por separado los sonidos x [š] y j [ž], con su posterior fusión en uno (x [š]), abocado a su desaparición en la serie velar, el castellano se quedó sin fricativas palatales con las que asimilar préstamos que las tuvieran, y recurre entonces a la africada sorda ch [tš], tanto para palabras con [š] original como [ž].
Es el ejemplo del antes mencionado chilaba, que puede que llegara al castellano en una época más moderna desde Marruecos, y no desde el árabe clásico o hispánico.
Otras palabras árabes presentes en castellano han llegado a través del francés, con la sibilante palatal sorda ch francesa [š]:
babucha del francés babouche, y éste del árabe bābūš
hachís de hašiš (hierba)
Pero por supuesto no se limita a los préstamos franceses de origen arábigo, sino que es extensible a la gran mayoría de vocablos con sibilante palatal sorda desde el francés al castellano:
chamán del francés chaman, y éste del manchú šaman
ducha del francés douche, y éste del italiano doccia
champán de champagne [ša~pañ]
Y no sólo en galicismos (donde la ortografía francesa ha podido influir), préstamos ingleses también toman ch al pasarse al castellano desde una sh anglosajona:
champú de shampoo
La indistinción entre sonora y sorda se ve patente en otros ejemplos con una jota francesa original [ž] o una gi [dž] italiana:
chaqueta (y su doblete jaqueta) del francés jaquette
chaleco del italiano giulecco, y éste del turco yelek (con yod que se fricativiza/africa en italiano)
chupa (como sinónimo de chaqueta, precisamente) del francés jupe, y éste del árabe ǧubbah
Vemos como si estas palabras hubieran pasado al castellano antes del cambio consonántico habrían dado resultados como **babuja, **hajís o **jamán, pasando por un previo **babuxa, **haxís y *xamán en la grafía del periodo medieval, que deberían ser las formas de estas palabras en lenguas ibéricas que han mantenido el sonido sh [š], y sin embargo, en euskera o catalán han sido prestadas desde el castellano, y este filtro queda de manifiesto en la presencia de la africada tx (tš):
babutxa eusk., babutxa cat.
dutxa eusk., dutxa cat.
No es así en los otros términos:
haxix eusk., haixix cat.
xaman eusk., xaman cat.
xanpain eusk., xanpany cat.
Pero atención, que en euskera coloquial es frecuente usar txanpai, en vez del término estandarizado.
Merece mención aparte el caso de dos palabras que incluyen este juego con los préstamos en distintas épocas y procedencias: jarabe y sirope.
Este doblete fue tomado en primer lugar del árabe hispánico šarab al castellano medieval xarabe (catalán xarop), pero también llegó al latín medieval como syrupus, de donde pasó al francés sirop y al inglés syrup, para retornar finalmente al castellano moderno como sirope.
Y sin olvidarnos de jabón, que siendo heredado del latino sapon, por alguna razón la sibilante se enfatizó con la palatalización en su forma medieval xabón [šabon], y tras el cambio de las sibilantes castellanas se volvió jota, un sonido bastante diferente a la s original.
En la Edad Media se prestó a otras lenguas como el gallego (xabon) y el euskera (xaboi), pero por otra parte el catalán mantiene la [s] en sabó, así como el portugués sabão y otras lenguas europeas (francés savon, inglés soap).
El de jabón sería un caso similar al de chiflo, ya que de una s latina obtenemos una s palatal [š], una enfatización no bien entendida, aunque tal vez condicionada por la i en chiflo. Sin embargo, se diferencian en que la [š] en jabón sufre el proceso de velarización en [x], mientras que chiflo parece haber salido de la lengua castellana para volver a ella en el periodo en el que el sonido [š] se volvía ch [tš].
Volviendo a los préstamos post-XVII, la conversión de un sonido j [ž] a una africada ch [tš] no nos es desconocido en otras lenguas ibéricas.
Por una parte existía y existe una tendencia en las lenguas peninsulares a convertir en consonantes africadas sordas [tš] las sibilante fricativas palatales sh/š (sorda) y zh/ž (sonora), representadas en ortografía catalana como x y j (aunque tiende a pronunciarse como la africada sonora dž, igual que la j inglesa) respectivamente, y en francés como ch y j.
Esto se traduce en que en aragonés lo que en francés o en catalán tiene j- [ž] en éste posee un sonido ch- (consonante africada sorda de dental+ sibilante palatal: tš) y de igual modo sucede con el dialecto valenciano apitxat. En ambos casos tendríamos algo como choben / chove para la palabra jove (joven).
Como vemos, idéntico a los préstamos extranjeros con ese sonido en castellano, con la diferencia de que en aragonés resulta de una evolución fonética interna de la lengua, y no una adaptación de palabras ajenas.
Las palabras que en castellano moderno tienen el sonido jota [x] actual, en aragonés en cambio tienen ch [tš].
Dentro de esa misma tendencia no sólo se enmarcaría el vasco
txabola desde *
jaola (aunque esto es más complicado de lo que parece, como veremos, ya que pudo haber sufrido una sordificación previa en *
xaola para africarse sólo en el sur de Euskal Herria x > tx), sino
txarro (existente en el dialecto de Gipuzkoa) desde *
jarro (árabe ǧárra, en inglés
jar [džær], desde el castellano o el occitano, a través del francés
jarre), jarra.
Hoy en día, incluso coloquialmente se adoptan términos ingleses con sh usando una ch castellana (p.ej. chou por show), pero existe una tercera solución, más moderna, que consiste en simplemente despalatalizar la sibilante sorda [š] para convertirla en una mera s (dental):
sah del inglés shah, del persa šāh, a su vez del árabe šakh (> jaque, jeque), como hemos visto antes.
bisutería del francés bijouterie
sogún del japonés shôgun
sintoísmo del japonés shintô
Puede que en japonés porque la
sh es menos palatal o enfática que en otras lenguas, lo que la acerca mucho a una ese ibérica más atrasada en su articulación.
Podría haber una cuarta solución, no aceptada oficialmente, ya que hoy en día comúnmente el sonido representado por la jota francesa o inglesa (la fricativa [ž] o bien la africada [dž]) se tiende a pronunciar como una yod (y) por hablantes hispanófonos, el sonido palatalizador por excelencia, pero que no es fricativo ni africado.
A modo de resumen y ampliando contenidos, lengua por lengua éstas son las soluciones que se presentan al problema palatal ibérico:
En
portugués estándar actualmente existen ambas sibilantes palatales, sorda y sonora, que se reflejan de forma diversa en la ortografía.
La sibilante palatal sonora [ž] normalmente con los alófonos g, j, pero también con s en posición final de sílaba seguida de consonante sonora.
La sibilante palatal sorda es la pronunciación regular de la s en posición final de sílaba.
En
gallego, sin embargo, los sonidos existentes originalmente sibilantes palatales sonoros y sordos se confunden en un sólo fonema sordo: x.
Es una de las características principales que en su evolución diacrónica lo diferencia del portugués y que lo agrupa junto con el asturleonés.
Así por ejemplo, desde una yod inicial latina como en el caso de
gel, en castellano se mantiene la yod en
hielo [jelo], y en portugués se fricativiza en
gelo [želo], en gallego se sordifica a
xeo [šeo].
Lo mismo sucede con
yacer [jaθer] (cast.),
jazer [žazer] (port.),
xacer [šaθer] (gal.).
También la palabra
hoy tiene en castellano una yod, al igual que en catalán
hui, y en portugués tenemos fricativa
hoje [hože], y gallego y asturleonés fricativa sorda
hoxe [hoše].
Por otro lado,
gente [xente] (cast.) no tiene yod sino fricativa velar, pero la correspondencia se cumple en
gente [žente] (port.) y
xente [šente] (gal.).
En cambio, la yod proveniente de clúster (grupo consonántico) como –ly- o –cl- se mantiene yodizado en gallego y asturleonés:
muller,
espello,
ollo,
folla, frente a los castellanos
mujer,
espejo,
ojo,
hoja.
El
asturleonés posee soluciones idénticas al gallego estas casuísticas, sordificación en x [š] de las antiguas fricativas sonoras palatales j [ž], y mantenimiento de la yod de grupo consonántico.
Es remarcable que estas yods tienden a africarse en ciertos dialectos, dando las africadas que se aproximan a –ts- o –tš-, la llamada
che vaqueira, escrita ḷḷ.
Menendez Pidal afirma que existen casos en los que los grupos consonánticos iniciales latinos como cl- y pl- dan soluciones en x- (š): xegar (llegar). Idéntico a la pronunciación rioplatense.
En
castellano, como hemos visto, debido a la mutación consonántica tanto el sonido sibilante palatal sordo [š] como el sonido sibilante palatal sonoro [ž] confluyeron en un sonido fricativo velar sordo (kh [x]), perdiendo su distinción sorda/sonora primeramente y atrasando su articulación hasta la zona velar o uvular.
Ajenjo (del cual ya hablamos en
otra entrada), debió de pasar por un periodo de transición en el cual diferenciaba una palatal sorda y otra sonora, tal que así:
axenjo, del protorromance *
absintiu.
Sin embargo, posteriormente a este cambio en la pronunciación, el castellano habiendo perdido su serie palatal fricativa, adoptó de manera distinta los préstamos de otras lenguas que incluían estos sonidos.
Se había mantenido en castellano una única africada sorda dento-palatal (ch [tš]), que sirvió de comodín a la hora de pronunciar los sonidos palatales extranjeros.
La pérdida de distinción sonora/sorda en todas las sibilantes y africadas se extiende desde el castellano hasta el asturleonés, el gallego y el aragonés, la principal diferencia de estos tres grupos con el castellano es que mantienen hasta nuestros días la sibilante palatal (sorda) [š] bajo la grafía medieval x.
El
cántabro comparte con el castellano la velarización de la sibilante palatal x [š] en jota [x].
Por poner un ejemplo raro, en la palabra
peje (< pexe), pez, que aparece en cántabro en el apelativo de los habitantes de Laredo,
pejinos, y en castellano en
pejesapo (un tipo de pez también llamado
rape, préstamo catalán).
Los palatales en la
lengua vasca no tienen una distribución regular debido a la fragmentación dialectal.
En la zona vascofrancesa tal vez por influencia de la lengua francesa precisamente, o del gascón local, existen bien definidos ambos sonidos x [š] y j [ž], donde en euskera estándar suele haber tx (ch) y j (yod).
xori = txori
xirula = txirula
jakin [žakin] = jakin (yakin)
La propia lengua gascona adyacente tiende a palatalizar las s en sh, como en
shens (sans),
s’ageish (s’agisse)
En la lengua vasca ese recurso resulta un enfático habitual, convertir ambas sibilantes z y s en la fricativa palatal x (š).
Existe una gradación que comienza generalmente en una sibilante dental, pasa por una sibilante palatal enfática y termina en una africada
zakur > *xakur > txakur (perro)
zori* > xori > txori (pájaro)
ziztu > *xistu > txistu (silbo)
zuri > xuri > txuri (blanco)
zerri > *xerri > txerri (cerdo)
De este listado
zakur y
txakur aparecen en distintos dialectos, pero la forma enfática
xakur no oficialmente, de igual modo sucede con
zerri y
txerri (las formas con zeta típicas de Gipuzkoa).
La palabra
zori existe en euskera pero con un significado no relacionado con
txori (pájaro), mientras que
xori es frecuente en Iparralde, e igualmente allí se usa
xuri para blanco en lo que en otras zonas es normalmente
zuri, o
txuri en casos concretos.
La palabra
ziztu existe como variante de
silbido, en tanto que
txistu se refiere también a
silbo como instrumento musical (pero
xistu no está documentado).
En los dialectos orientales del euskera (roncalés, en frontera con Aragón y Gascuña) se han sordificado todas las fricativas palatales en x (lo mismo que hemos visto en gallego y asturleonés):
xakin (< jakin)
xoan (< joan)
xin (< jin)
En euskera estándar actualmente los préstamos de otras lenguas con palatales suelen tomarse con las propias x y j, a pesar de que esta última no tiene una realización estandarizada y varía entre [j], [ç], [x], [ž].
Es especialmente llamativa la variedad en el ámbito del dialecto occidental (también llamado bizkaino), en el que la j varía desde la yod, hasta la fricativa velar [x], pasando por fricativas palatales sonoras [ž] de diversos matices, y la x surgida de la fricativización de una
yod epentética (Y) en presencia de vocales anteriores (e, i) presenta realizaciones fonéticas variadas en el orden sibilante dento-palatal.
trikitia > trikitiYa > trikitixa
La
yod epentética vasca tiene su paralelo en la
waw epentética (W), menos frecuente sin duda, que surge entre dos vocales posteriores (a, o, u) y se suele labializar en –b-, como en el claro ejemplo de
txabola < *txaWola
No obstante, a diferencia del castellano el euskera ha conservado el arcaísmo de –x- (-š-), donde en castellano o cántabro tiene ya –kh-.
koxu (< *koksu, en castellano antiguo coxo /cošo/)
baxu (< *bassu, en castellano antiguo baxo /bašo/)
Otros casos a comparar:
jende (gente, desde una g- latina inicial yodizada)
jaka (chaqueta, desde el francés *
jaque, se pronuncia bien [jaka] con yod o [xaka] con jota castellana)
izpilu (< *especlu, pronunciado
ispiyu, con yod), espejo.
Vemos como se sitúa aparte del castellano en que no posee la misma evolución de la yod ([jende] frente a [xente]) ni de –cl- (como el asturleonés y el gallego en esta particularidad), así como en el arcaismo de –x-, pero también distinto del gallego en que no sistematiza en fricativa palatal sorda todas las j antiguas (las mantiene como yods).
En
euskera existe también una evolución peculiar similar a la de
alcachofa en castellano, que resulta en la conversión en africada dento-palatal sorda de un grupo inicial de vibrante+sibilante: *ersi > ertsi > *ertši > itxi.
El par de verbos
hertsi e
itxi existen individualmente en euskera estándar actual (ambos significan cerrar), aunque provienen de evoluciones dialectales en distinto grado.
El
aragonés tiene un sistema fonético en el cual la distinción sorda/sonora en las palatales se ve sustituida por una oposición fricativa/africada.
Como ya hemos visto, una antigua j fricativa termina por pronunciarse como una africada dento-palatal sorda (ch [tš]), seguramente pasando previamente por el estado de africada sonora (dž), como es la tendencia del catalán actual, frente a la pura fricativa francesa (ž).
*iuven > joven > *žoven > *džoven > choben.
*cokso > *cokšo > coixo [coisho]
En
catalán lo mismo que la j [ž] tiende a ser africada (dž), la x que debería ser (š) coloquialmente acaba siendo pronunciada ch [tš] (Xavi se dice Chavi).
Recordemos, no obstante, que existen de forma gráfica diferencias las consonantes palatales africadas tx [tš] y tj, tg [dž].
Hay casos en los que el catalán ha realizado el ejercicio contrario al castellano en lo que a préstamos se refiere y ha desafricado consonantes:
xerrar, de xarrar < ciarlare [tšarlare] (it.), charlar
xina, del persa cin [tšin], del chino qin
Y como ya hemos comentado las africadas son todas sordas en el catalán occidental apitxat [dž] > [tš].
Por ejemplo, donde el castellano tiene (por ser un cultismo) una yod latina en
proyecto [proiekto], el catalán tiene
projecte [prodžekte], y en apitxat
prochecte [protšekte].
Comparemos esto con el castellano rioplatense [prošekto], el francés
projet [prožet], el italiano
progetto [prodžetto] o el inglés
project [prodžekt].
Bien es sabido que el
andaluz es entre los dialectos descendientes del castellano medieval, único en poseer sibilante palatal sorda (š) como resultado de la desafricación de la ch.
El castellano
rioplatense, sin embargo, posee la serie sibilante palatal como la realización fonética de una yod anterior, tanto en origen –y- como –ll- (líquida palatalizada).
En conclusión podemos ver que en la medida en la que nos alejamos del centro peninsular la amplitud del rango de los sonidos palatales (sibilantes y africados) y la distinción sorda/sonora en sibilantes aumenta, siendo mínimo en el castellano estándar central, por su influencia disminuyendo estos sonidos en el gallego y el euskera, en oposición por ejemplo al portugués y el catalán estándares, que mantienen estas series fonéticas prácticamente intactas.
El andaluz y el rioplatense, alejándose del castellano estándar, recuperan o mantienen ciertas consonantes palatales, en el caso del argentino quizás por su contacto con nativos de las lenguas italiana y francesa, partiendo muy probablemente ya de una base de castellano meridional peninsular que africaba las yods (y, ll), como ya se africó la yod latina i > j en el protorromance.
Nota del autor: cuando pongo consonantes entre corchetes se refieren a los valores de sonido de acuerdo con convenciones fonéticas. En tal forma, [x] representa el sonido de la jota castellana y [š] el de la sibilante/fricativa palatal sorda escrita precisamente x en castellano medieval, gallego, asturleonés, euskera y catalán. Lo he usado pocas veces pero [j] debería representar el sonido de la yod o i griega. En ocasiones especifico que el sonido es fricativo velar sordo escribiendo kh [x].